Calendario lunisolar asirio-babilonio

 

    Las sociedades mesopotámicas, que desde el principio se organizaron con un alto grado de socialización, advirtieron la importancia de proveerse de un eficaz instrumento para calcular el tiempo, y gracias a las excavaciones y al hallazgo de numerosas tabletas en escritura cuneiforme, poseemos abundante información del modo en que el calendario asirio-babilonio fue estructurado.

    Los sacerdotes astrónomos asirio-babilonios, se orientaron hacia la solución más a mano, la que era más accesible a la población, es decir, hacia la del mes lunar que corresponde a la rotación sinódica de la Luna. Su duración se determinó como 29,5 días, y el inicio del mes se estableció en el día del Novilunio, día en el que coincidiendo con  el Sol, la Luna se interpone entre este y la Tierra; en esta posición muestra a la Tierra el hemisferio oscuro haciéndose invisible, apareciendo a occidente inmediatamente tras la puesta de sol, en forma de una finísima y apenas perceptible hoz, con la convexidad hacia ponente.

    Esto naturalmente presentaba un problema bastante complejo: el de armonizar el calendario lunar con otra importante unidad del cálculo de tiempo, la del año trópico o solar, con la durada de 365,25 días. Así, puesto que 12 meses lunares de 29,5 días cada uno, suman un total de 354 días, para cubrir los 11 restantes días del año solar se hacía necesario añadir de tanto en tanto, un 13º mes. La necesidad de esta armonización o sincronización es evidente si consideramos la necesidad de que cada estación astronómica comenzase siempre en el mismo mes.

    El primer mes, Nīsannu, se iniciaba con el equinoccio de primavera. Cuando se hacía necesario intercalar el decimotercer mes, se repetía uno de ellos, como mostramos. Los asirios y los babilonios repetían el mes de Addāru o el mes de Ulūlū con el nombre de Addāru o Ulūlū.

     En la siguiente tabla se encuentran los nombres de los 12 meses asirio-babilonios y su relativa correspondencia con los meses actuales:

    Veamos ahora como se obtenía la sincronización del año sinódico1 o lunar, con el trópico2 o solar.

    El los primeros tiempos, cuando aún no se empleaba la técnica de las observaciones del orto helíaco estelar3, la observación se limitaba al cuidadoso examen de la fecha en la que se advertía efectivamente la Luna nueva. Después, con el progreso de los estudios astronómicos, se adquirieron las nociones relativas a las salidas y puestas helíacas3, que se aplicaron a la vigilancia del ajuste entre el año sinódico y el año trópico. Sin embargo, lo mismo que la observación del novilunio, la observación de una estrella en particular podía ser impedida por un cielo nublado, por esto se hacía necesario efectuar las observaciones en más de una estrella. Este seguimiento se realizaba con la ayuda de unas tablillas llamadas MUL.APIN4, y de unos planisferios estelares que eran primitivos astrolabios5.

    Mostramos aquí un fragmento:

    ¿Cuál era el proceder que determinaba la necesidad de añadir al año un mes intercalar?

Pongamos un ejemplo:

    Si partiésemos de un año lunar alineado con el año solar, en donde el equinoccio de primavera coincidiese con el día 1º del mes de Nīsannu y el orto helíaco de la estrella de referencia se produjese en el día 3º del mismo mes, durante dos años los sacerdotes astrónomos considerarían la situación regular, ya que el siguiente equinoccio de primavera que sería 365 días más tarde, caería en el mismo mes de Nīsannu, si bien no en el mismo día, por ser el año lunar de 354 días, o sea, de 11 días menos que el año solar. El equinoccio tendría pues lugar el 12º día del mes (1+11=12), y la estrella de referencia también verificaría su alzarse u orto helíaco en el mes de Nīsannu, el 14º día del mes (3+11=14). No sería por tanto necesario en estos dos primeros años, añadir un mes intercalar.

    Siguiendo este razonamiento, el equinoccio del tercer año se verificaría en el día 23º de Nīsannu (12+11=23) y el surgir helíaco de la estrella en el día 25º del mismo mes (14+11=25), pero entonces sería necesario armonizar el calendario lunar con el solar, ya que de no hacerlo, el siguiente equinoccio de primavera caería en el 4º día del mes de Ayyāru (23+11=4), el segundo mes del año, y también el surgir helíaco de la estrella se verificaría en el 6º día de este mes, un caso que por haber asumido que la fecha del orto helíaco de la estrella estuviese estrechamente relacionada con el primer mes del año, no podía ser aceptado.

    Se estableció pues, que si el surgir heliaco de la estrella se producía después del 19º día del mes de Nīsannu, se hacía necesario agregar al año un mes intercalar.

    Cada mes tenía tres estrellas o constelaciones de referencia, elegidas lógicamente entre las más brillantes, de manera que si durante uno de los meses se hacía imposible cualquier observación, los cálculos podían efectuarse al mes siguiente.

(1)     El mes sinódico es el tiempo empleado por la Luna hasta alinearse nuevamente con el Sol y la Tierra, tras haber completado una órbita entorno a ella. También puede definirse como el tiempo que transcurre entre un novilunio y el siguiente.

    El término sinódico deriva del latino synodicum, que proviene del griego Συνοδικός (synodikos), derivado de Συνοδος (synodos), es decir, reunión. Indica la alineación (o conjunción) entre dos o más astros, como en este caso sucede con el Sol, la Luna y la Tierra.

    El mes sinódico puede indicarse con los términos de lunación, revolución sinódica o mes lunar. La durada del mes sinódico es de 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2,9 segundos. Los 12 meses sinódicos constituyen un año lunar, integrado por 354 días, 9 horas y 48 minutos.

(2)     El año trópico (del término griego τρόπος (tropos): rotación) o año solar, es el tiempo transcurrido entre dos tránsitos del Sol por el cénit de un mismo trópico, es decir, entre dos solsticios o dos equinoccios con el mismo nombre; un período igual a 365 días, 5 horas, 48 minutos y 46 segundos.

    Es por tanto el ciclo de las estaciones, o el tiempo que tarda el Sol en volver a la misma posición, vista desde la Tierra, en su recorrido de la eclíptica cuyo punto cero es el punto Aries. En astronomía, el primer punto Aries, también llamado punto gamma (γ), es uno de los dos puntos de intersección de la eclíptica con el ecuador celeste (puntos equinocciales), donde se halla el Sol en el equinoccio de primavera, o sea, cuando en el recorrido de la eclíptica, pasa del hemisferio austral al boreal.

    Cuando en su aparente recorrido anual, el sol transita por este punto, la Tierra se encuentra en el equinoccio de primavera.

(3)     El orto helíaco de una estrella indica el fenómeno de su surgir exactamente al alba, antes de que surja el Sol. Según la mecánica celeste, el orto helíaco de una cierta estrella ocurre siempre en el mismo número de días después del equinoccio de primavera.

    El ocaso helíaco de una estrella es la situación en la que el astro puede ser visto en el cielo tras el ocaso del Sol, por última vez en el curso del año.

    Helíaco es un término astronómico que proviene del latino eliacus y del griego Ήλιακός (éliakòs), de la palabra èlios, o sol. Se atribuye al ascenso o al declive de un astro cuando por la posición del Sol, puede ser visible.

(4)     Los MUL.APIN son textos antiguos escritos sobre tabletas de arcilla, que comprenden un elenco de 36 estrellas, 3 estrellas por cada mes del año. Las estrellas son las que tienen cada una, su surgir helíaco en un particular mes. Este es el motivo del esquema; en la primera línea se alistan tres estrellas del surgir helíaco en el primer mes del año, Nīsannu, que está asociado con el momento del equinoccio de primavera. En la segunda línea están listadas otras tres estrellas, cada una con el surgir helíaco en el segundo mes, Ayyāru, y continua de este modo.

(5)     Seguidamente vemos una tableta de la colección Kuyunjik, hallada entre las ruinas de la biblioteca real de Asurbanipal (668-627 a.C.) en Nínive, la capital de la antigua Asiria, y hoy en día expuesta en el Museo Británico de Londres (K8538).

    La escritura cuneiforme cita claramente los nombres de estrellas y de planetas. El mapa era un planisferio a 360 grados, o sea, la reproducción de una superficie esférica sobre un plano, de los cielos con la Tierra al centro.