Sed Perfectos cómo
Vuestro Padre del Cielo
1 Durante el llamado
‘Sermón
del Monte’,
Jesús dijo: “Sed
pues perfectos cómo vuestro Padre del cielo es perfecto”, (Mateo 5:48)
pero ¿Acaso es esto posible? ¿De que modo podrían los que han heredado el
pecado, ser perfectos a semejanza del Padre del cielo?
Y sin embargo, las
palabras de Jesús instaban a los que le escuchaban, a ser perfectos ¿Cómo
lograrlo?
Para comprender el
sentido de sus palabras, debemos liberarnos de la idea de que la ‘perfección’ a
la que Jesús se refería, debía ser siempre y en toda circunstancia, total e
ilimitada, demostrando una suprema excelencia en cualquier aspecto, puesto que
en realidad solamente Dios posee esta perfección absoluta. En cambio, la
perfección de cualquier persona o de cualquier cosa que ha sido creada, está
estrechamente relacionada con su adecuación al propósito de su creación, por lo
que su perfección es siempre relativa.
2 Muchas de las cosas
que en apariencia son prácticamente perfectas se muestran imperfectas al ser
examinadas a través de un microscopio. Por ejemplo, el trazado de una línea
perfectamente recta mostrará irregularidades, la ropa recién lavada, partículas
extrañas al tejido y la madera perfectamente lijada y pulida, pequeñas fallas
en su superficie ¿Pueden estas cosas considerarse imperfectas? No parece un
proceder sensato, puesto que sus pequeñas imperfecciones no alteran en absoluto
la eficacia de su función. Y justamente, también en las Escrituras se considera
la perfección en un sentido práctico y sensato, no en un sentido estricto e
inflexible.
De hecho, la misma
palabra griega ‘tèleios’ que en el discurso de Jesús se traduce cómo ‘perfecto’, puede además
traducirse cómo ‘completo’, cuando refiriéndose a los dones del espíritu, Pablo dice:
“…hasta
ahora solo tenemos un conocimiento parcial y lo que predicamos está incompleto, pero cuando nuestro conocimiento sea completo (tèleion), todas estas se
acabarán”,
(1Corintios 13:9-10) o cómo ‘maduro’, cuando escribe: “Hermanos, sed sabios y no
seáis como niños. Pues aunque debéis ser como niños en cuanto a la malicia,
para dar a cada cosa su justo valor, debéis ser maduros (tèleioi)”. (1Corintios 14:20)
3 Con las palabras
hebreas que se traducen cómo ‘perfecto’, ocurre lo mismo. Por ejemplo, se dice en la Escritura que Noé era ‘justo
e íntegro’
(Génesis 6:9) y Job era ‘recto e íntegro’. (Job 1:8) Pero la palabra ‘tamim’, que correctamente se
traduce en estos dos versículos cómo ‘íntegro’, quiere también decir ‘perfecto’ y ‘completo’.
Es pues evidente que la
‘tamim’ o perfección que se
atribuye a estos hombres, no puede describir una perfección total ni significar
que no tuviesen pecado, ya que cómo descendencia de Adán, lo habían heredado
¿Cómo podían pues ser considerados íntegros o perfectos? En el sentido de que
se esforzaban según sus capacidades y posibilidades, por cumplir con perfección
o integridad, todas las cosas que Dios requería de ellos; unas cosas que nunca
estaban fuera de su alcance, ya que cómo muestra la Escritura, Dios no requiere del hombre algo que este no pueda hacer y en armonía con esto,
escribe Miqueas: “Se te ha explicado, hombre, lo qué es el bien ¿Y que es lo que
Yahúh requiere de ti, a no ser el obrar con rectitud, amar
la clemencia y ser modesto al tratar con tu Dios?” (Miqueas 6:8)
4 Yahúh conoce y
tiene en cuenta las debilidades de sus hijos humanos; cómo padre, no exige de
un hijo adolescente lo mismo que de uno ya maduro, y cómo alfarero, no espera
hallar en una vasija de terracota común, la calidad de una vasija de arcilla refinada.
Por esto Isaías le ora diciendo: “…ahora, Yahúh, tú eres nuestro padre; nosotros
somos la arcilla y tú eres el alfarero, pues todos nosotros somos obra de tu
mano. No te encolerices entonces excesivamente ni recuerdes para siempre
nuestros pecados; por favor Yahúh, ten en cuenta que todos nosotros somos tu
pueblo”. (Isaías
64: 7-8) Y David escribe este salmo: “Igual que un padre se compadece de sus hijos, se
compadece Yahúh de los que le temen, porque él sabe de qué estamos hechos,
recuerda que solamente somos polvo”. (Salmo 103:13-14)
Estas palabras que
fueron inspiradas a sus profetas por su santo espíritu, nos confirman que Dios
considera las debilidades y las equivocaciones de sus servidores terrestres,
con bondad y con misericordia.
5 Por tanto, aquellos
hombres de la antigüedad merecieron ser considerados ‘justos e íntegros’, o sea, perfectos, no
porque no cometían errores, si no porque su devoción y su lealtad a Yahúh era completa,
o sea, perfecta. Aceptaron humildemente las correcciones y la disciplina
y en conjunto, su conducta se adecuó a todo lo que en aquel tiempo y
circunstancias, Dios requería de ellos.
El pensamiento de que
Yahúh trata con nosotros del mismo modo que con ellos, o sea, con amor, con
comprensión y esperando de cada uno lo que está dentro sus capacidades, resulta
un gran consuelo. Este hecho debería estimularnos a que nuestro amor y nuestro
aprecio por sus principios sea completo y se evidencie en cualquier aspecto de
nuestras vidas.
6 Cuando Jesús dijo:
“Sed pues
perfectos cómo vuestro Padre del cielo es perfecto”, el argumento
considerado era el amor y la generosidad, y esta declaración suya registrada en
el evangelio de Lucas, lo completa: “Si amáis a los que os aman ¿Qué mérito tenéis?
Porque también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que
os hacen bien ¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo.
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir ¿Qué mérito tenéis? También
los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad.
Antes bien, amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin
esperar nada a cambio, entonces será grande vuestra recompensa y seréis
hijos del Altísimo porque él es bondadoso con los que son ingratos y perversos.
Sed pues misericordiosos igual que es misericordioso vuestro Padre.” (Lucas 6:32-36)
7 De esta manera
enseñó Jesús a sus discípulos, que el demostrar amor a los que nos demuestran
amor, es algo natural en casi todas las personas y no requiere un esfuerzo
meritorio, sin embargo, si sus discípulos deseaban ser hijos de su Padre del
cielo, debían seguir el ejemplo de su generosidad, puesto que él sostiene la
vida de todos, haciendo “…salir su sol sobre buenos y malos, y haciendo llover sobre justos e injustos”. (Mateo 5:45)
Los verdaderos
discípulos de Cristo no deben pues ser exiguos, incompletos o imperfectos en la
manifestación de su amor y de su generosidad; por el contrario, deben poner en
práctica de manera excelente estas cualidades, manifestándoselas también a sus
enemigos. Jesús no estaba hablando de algo imposible, cómo el hecho de ser
perfectos en todos los aspectos al modo del Altísimo, estaba mostrando a sus
discípulos una determinada característica de la generosidad de Dios, que ellos
debían esforzarse en imitar completa y perfectamente, cómo él mismo lo hizo,
amando a sus enemigos hasta el punto de entregar su vida en favor de la de
ellos. Teniendo todo esto en cuenta, entendemos mejor las palabras de Juan,
cuando escribe: “…si en este mundo el amor ha llegado a ser perfecto en nosotros,
somos como él (Cristo) y podemos enfrentarnos con confianza al Día del juicio, porque el
amor perfecto aparta el temor”. (Juan 4:17)
8 Debemos preguntarnos si
cómo él, manifestamos esta clase de amor basado en la generosidad ¿Amamos a
nuestros enemigos y oramos por nuestros perseguidores, esperando que se vuelvan
a Dios? Porque Yahúh “…no se retrasa en el cumplimiento de su promesa, como piensan
algunos, más bien nos muestra su paciencia, porque quiere que todos tengan
la oportunidad de llegar a la conversión, sin que ninguno sea destruido”. (2Pedro 3:9)
Cristo, a imagen de su
Padre, impartió con amor y generosidad su enseñanza y sanó a todos los que se
acercaban a él. Si nos interesamos bondadosa y misericordiosamente por los
demás, sin permitir que la parcialidad y el prejuicio nos influencien
negativamente, también nosotros perfeccionaremos nuestro amor y asumiremos la
actitud del Hijo de Dios, igual que él asumió la de su Padre. Esta postura nos
permitirá adquirir una disposición amable y afectuosa que contribuirá a
establecer excelentes relaciones con los demás y en particular, con nuestras
familias y con nuestras hermanas y hermanos cristianos, porque promoveremos
alrededor nuestro, armonía y cooperación, eliminaremos fricciones y malos
entendidos, y ejerceremos una influencia positiva en las personas que
encontramos en nuestra vida cotidiana.
9 Así pues, nuestra
misericordia y nuestra comprensión no solo deben manifestarse espiritualmente,
también deben manifestarse materialmente siempre que sea necesario, mediante la
ayuda que prestamos a quienes la necesitan.
En una ocasión, un joven
que poseía muchos bienes se acercó a Jesús, para decirle: “Maestro ¿Qué de bueno
debo hacer para obtener la vida eterna?” Jesús le dijo: “…si quieres entrar en la vida, guarda los
mandamientos”.
El joven contestó: “Todas estas cosas las he guardado ¿Qué es lo que aún me falta?” Con estas palabras
aquel joven reconoció que para ser perfecto ante Dios era necesario algo más,
por este motivo Jesús le indicó el camino a seguir para que su espiritualidad
alcanzase un desarrollo completo o perfecto, diciéndole: “Si quieres ser perfecto,
ve, vende todas tus posesiones, dáselo a los necesitados y tendrás un tesoro en
los cielos. Y ¡Ven! ¡Sígueme!” (Mateo 19:16-21) Este relato nos
muestra claramente el sentido que las Escrituras otorgan al ser completo,
íntegro o perfecto.
10 Aquel joven hubiese
realmente podido hacer lo que Jesús le decía, igual que lo habían hecho sus
otros discípulos, abandonando su actividad y hacienda para seguirle, pero su
reacción fue muy diferente, pues dice Mateo que “…al oír el joven estas palabras, se marchó
entristecido, porque sus bienes eran muchos”. (Mateo 19:22) El hecho es que la
seguridad que sus muchos bienes le proporcionaban, fue para él más digna de
confianza que la seguridad que un tesoro en los cielos le ofrecía, aunque
seguramente conocía la Ley y los Profetas, no había puesto fe en la protección
y la bendición de Dios. Cuan diferente es la actitud de Yahúh, que entregó a su
Hijo más amado, a su Primogénito, en favor de la vida de la humanidad.
11 Podemos concluir
diciendo que tampoco hoy en día se nos exigen cosas que estén más allá de
nuestras posibilidades, ya que solo debemos servir con todo el corazón a nuestro
Dios Yahúh y a nuestro prójimo dentro de nuestras capacidades y de nuestras
posibilidades ¿Nos esforzamos en cumplir con esto? ¿Estudiamos e investigamos la Palabra de Dios con seriedad? ¿Respetamos y ponemos en práctica los principios que se hallan
en las Escrituras? Si lo hacemos, podemos estar seguros que seremos
considerados
“perfectos, cómo” nuestro “Padre del cielo es perfecto”, ya que al imitar su amor y su bondad, su
misericordia y su generosidad, demostraremos ser sus hijos. Hagamos por tanto de
manera que estas cualidades sean una parte esencial en nuestro modo de vivir.