El Sheol, el
Hades y el Infierno
1 Muchas
organizaciones religiosas imparten la enseñanza de que los inicuos son
eternamente atormentados en un infierno de fuego, pero ¿Puede una cosa así ser
cierta? ¿Procede esta enseñanza de las Escrituras canónicas? Todos sabemos que
se habla en ellas del ’infierno’, pero aunque conocemos el significado que la
tradición atribuye a este lugar ¿Cómo describen las Escrituras en realidad el
infierno?
2 Ahora
bien, la palabra infierno proviene de la traducción al latín de la palabra
hebrea ‘Sheol’ y de la palabra griega ‘Hades’, porque
tanto el ‘sheol’ cómo el ‘hades’ se
corresponden verdaderamente con el sentido original de la palabra ‘infierno’,
que viene del término latino ‘inferi’ y que quiere decir ‘inferior’,
‘bajo’ o ‘debajo’, por lo que se empleaba para designar una
sepultura.
Las
palabras ‘sheol’, ‘hades’ e ‘inferi’ o
infierno tienen por tanto el mismo significado y designan inequívocamente una
tumba, un sepulcro o un lugar donde reposan los que mueren, y en este sentido
se emplean en las Escrituras.
En las
Escrituras canónicas del Antiguo Testamento, aparece la palabra ‘sheol’ sesenta
y cinco veces pero en muchas traducciones al castellano se vierte con palabras
distintas, de acuerdo con el sentido que el traductor considere más conveniente
darle; por ejemplo:
En la Versión Valera (1934)
se vierte cómo ‘sepulcro’ 31 veces, cómo ‘sepultura’ 13 veces,
cómo ‘infierno’ 11 veces, cómo ‘abismo’ 3 veces, cómo ‘profundo’
3 veces, cómo ‘huesa’ 2 veces, cómo ‘hoyo profundo’ 1 vez y cómo
‘fosa’ 1 vez.
En la Versión Valera (Revisión 1960)
se vierte cómo ‘seol’ 63 veces y cómo ‘sepulcro’
2 veces.
En la Versión Torres Amat (1925)
se vierte cómo ‘sepulcro’ 16 veces, cómo ‘infierno’ 34 veces,
cómo ‘infiernos’ 3 veces, cómo ‘infierno o sepulcro’ 2 veces,
cómo ‘muerte’ 2 veces, y cómo ‘muera’, ‘sepultura’, ‘fajas mortuorias’,
‘infierno o muerte’, ‘infiernos o sepulcro’, ‘profundo’,
‘a punto de morir’ y ‘abismo’, una vez cada una.
Con esto,
el significado de ‘sheol’ queda un tanto confuso.
En las
Escrituras cristianas, aparece la palabra griega ‘hades’ 10 veces.
En la Versión Valera (1934) ‘Hades’ se vierte
cómo ‘infierno’ 8 veces y cómo ‘infiernos’ 2 veces.
En la Versión Valera (Revisión 1960)
se vierte cómo ‘hades’ las 10 veces.
En la Versión Torres Amat (1925)
se vierte cómo ‘infierno’ 7 veces, cómo ‘sepulcro’ 2 veces y cómo
‘profundo del infierno’ 1 vez.
Esta
confusión se produce cuando las palabras que originalmente expresan conceptos
equivalentes, al ser traducidas adquieren por algún motivo, un sentido distinto
del propio.
3 Relata
Moisés que cuando Jacob lloraba a su hijo José, “…se negaba a ser
confortado y decía: ‘En mi dolor bajaré con mi hijo al sheol’…” (Génesis 37:35)
Evidentemente se refería a que el dolor que experimentaba le llevaría a la
tumba; pero hay muchos otros ejemplos de lo que el sheol representa, leemos: “…los lazos del sheol
me rodearon; me aguardaban las redes de la muerte”. (2Samuel 22:6)
y Job rogaba a Dios: “¡Oh que en el sheol tú me guardases! Que me ocultases allí
dándome tregua hasta que tu cólera cese, para después acordarte de mí…” (Job 14:13)
También Salomón dice: “…los vivos saben que han
de morir, pero los muertos nada saben ni hay para ellos recompensa; se olvida
su recuerdo, lo mismo que su amor, su odio o su envidia, porque ya han perecido
y no toman ni tomarán parte alguna en las cosas que acontecen bajo el sol… Haz
con todas tus fuerzas las cosas que tu mano desee, porque en el sheol a
donde vas, no existen trabajos ni pensamientos ni ciencia ni sabiduría”. (Eclesiastés 9:
5-6,10)
Y David escribió “¿A dónde huiré de tu
espíritu? ¿A donde huiré de tu presencia? Si subiese hasta los cielos ¡Estás
tú! Si me acostase en el sheol ¡Allá estás!” (Salmos 139:7-8)
y refiriéndose proféticamente a Cristo, escribe en otro lugar: “…no abandonarás mi alma
en el sheol ni permitirás que tu leal vea la corrupción”. (Salmos 16:10)
4 En las Escrituras
cristianas, la palabra ‘sheol’ se traduce cómo ‘hades’ y también cómo
‘infierno’. Por ejemplo, algunas versiones traducen así las palabras de Pedro
cuando cita a David: “…no dejarás mi alma en el hades ni permitirás al que te es
fiel ver la corrupción…” y hablando de él, dice: “…de antemano vio y habló con respecto a la
resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el hades ni vio su
carne la corrupción”. (Hechos 2:27-31) Mientras que otras dicen: “…no dejarás mi alma en
el infierno, ni darás a tu Santo que vea corrupción…” y “…Viéndolo antes, habló
de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el infierno,
ni su carne vio corrupción”. (Hechos 2:27-31) También cuando Jesús le dice a
Juan: “…llegué
a estar muerto, pero, ¡mira!, vivo para siempre jamás, y tengo las llaves de la
muerte y del hades”, (Apocalipsis 1:18) traducen otras: “…he sido muerto; y he
aquí que vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves del infierno
y de la muerte”. (Apocalipsis 1:18) Y cuando Juan explica: “…después de que el mar,
la muerte y el hades hubiesen devuelto a los muertos que encerraban para
que fuesen juzgados según sus obras, la muerte y el hades fueron
arrojados al lago de fuego que representa la segunda muerte…” (Apocalipsis
20:13-14) algunos vierten: “…el mar dio los muertos que estaban en él; y la muerte y el infierno
dieron los muertos que estaban en ellos; y fue hecho juicio de cada uno según
sus obras. Y el infierno y la muerte fueron lanzados en el lago
de fuego. Esta es la muerte segunda”. (Apocalipsis 20:13-14)
5 Consecuentemente, el sheol,
el hades y el infierno, en ningún caso se refieren a un lugar donde los inicuos
están sufriendo un tormento eterno. Sin embargo, Jesús habló de
un ‘lago de fuego’ y en otra ocasión, dijo: “Lo mismo que la cizaña
se recoge y se quema en el fuego, ocurrirá cuando el fin del mundo. El Hijo del
hombre enviará a sus ángeles, que retirarán de su Reino a todos los que causan
tropiezos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de
fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes” (Mateo 13:42-42)
¿Qué
representan pues el ‘lago y el horno de fuego? En tiempos de Jesús había a las afueras
de Jerusalén, un vertedero llamado Gehena o Ge-ben-Hinom, donde se arrojaban
basuras, animales muertos y a veces, cadáveres de criminales. Por motivos de
higiene, regularmente se echaba en aquel lugar azufre, de modo que el fuego
estuviese siempre ardiendo y todo quedase convertido en cenizas. Jesús quiso
emplear este lugar por todos conocido, cómo ilustración de una destrucción
definitiva, pero este ‘horno ardiente’ o “…lago de fuego que arde con azufre…” (Revelación 19:20)
no representaba un sepulcro o un lugar de tortura, solamente un lugar donde
todo se consumía desapareciendo definitivamente.
6 Es verdad que en
algunas versiones el traductor vierte impropiamente la palabra ‘Gehena’ cómo
infierno, sin embargo, tanto el ‘fuego eterno’, cómo el ‘horno de fuego’, o el ‘lago de fuego’ o ‘el Gehena’, simbólicamente
representan lo que en las Escrituras se denomina ‘la segunda muerte’, una condena a la
eterna no existencia; a esto se refería Jesús cuando dijo: “… no tengáis miedo de
quienes matan el cuerpo pero no pueden destruir la vida (futura); más bien temed a aquel
que puede destruir totalmente ambos, vida y cuerpo, en el Gehena”, (Mateo 10:28 Diaglott) Y en armonía con estas
palabras, Pablo escribió: “…durante
la revelación de nuestro señor Jesús… cuando él, junto con sus poderosos
ángeles, ejecute desde el cielo por medio de un fuego purificador, el
justo juicio sobre los que no conocen a Dios, que son los que no han querido
escuchar su buena nueva… alejados de la presencia del Señor y de su gloriosa
manifestación, padecerán la justa condena de la destrucción eterna…” (2Tesalonicenses
1:7-9) Ahora bien, padecer una destrucción eterna es algo muy
diferente de padecer un tormento eterno.
7 Esta destrucción
definitiva o eterna es pues una muerte sin resurrección que ha sido
adquirida cómo consecuencia de la propia maldad y que nada tiene que ver con la
que Pablo menciona cuando refiriéndose a la muerte heredada, dice: “Igual que por causa del
primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado, la muerte
se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el pecado”. (Romanos 5:12)
Él mismo explica que: “…si voluntariamente pecamos después de haber recibido el pleno
conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio por los pecados, sino
la terrible espera del juicio y la furia del fuego, pronto a devorar
a los rebeldes”, (Hebreos 10:26-27) y Juan relata que vio cómo “…se abrieron los libros
que guardaban los recuerdos y también se abrió el libro de la vida para que los
muertos pudieran ser juzgados en base a sus obras, escritas en los libros de
recuerdos”.
Y cuando
todos fueron juzgados, “…la
muerte y el hades fueron arrojados al lago de fuego que
representa la segunda muerte, cómo también lo fueron todos aquellos que
no estaban inscritos en el libro de la vida”. (Apocalipsis 20:12-15) Luego
Juan explica: “Aquel que se sienta en el trono me dijo: ‘Mira, hago nuevas todas
las cosas’ y continuó: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles y veraces’, y
después añadió: ‘¡Todo se ha cumplido! Los que hayan vencido heredarán estas
cosas, yo seré su Dios y ellos serán mis hijos. Pero los cobardes, los que no
tienen fe, los depravados, los asesinos, los fornicadores, los que practican
magia, los idólatras y todos los mentirosos, hallarán su lugar en el lago de
fuego que arde con azufre y que significa la segunda muerte’”. (Apocalipsis 21:5-8)
8 También Pedro habla de
esta destrucción de los malvados, y comparándola a la de Sodoma y Gomorra,
dice: Dios “…condenó
a la destrucción las ciudades de Sodoma y Gomorra, que fueron reducidas a
cenizas para que sirviesen cómo ejemplo a todos los que en el futuro
viviesen de modo impío…” (2Pedro 2:6) Estas ciudades fueron destruidas por fuego,
pero no continuaron ardiendo para siempre, simplemente desaparecieron
para siempre por causa de la maldad de sus habitantes, cómo ejemplo de lo que
les ocurrirá a los malvados. En ningún lugar se habla pues de que los impíos
vayan a ser eternamente atormentados ni que sigan viviendo dentro de un lago de
fuego. Se dice en cambio, que su muerte será eterna y definitiva.
9 Pablo escribe: “…de hecho, nosotros no
combatimos contra carne y sangre, si no contra los gobiernos, las autoridades y
los gobernantes cósmicos de estas tinieblas, o sea, contra las fuerzas
espirituales malvadas que habitan las regiones celestes…” (Efesios 6:12)
Según las Escrituras, Satanás y sus ángeles no están recluidos en ningún lugar
llamado infierno; se hallan en las regiones celestes y serán desalojados de
allí en el Día de Yahúh. Refiriéndose a este Día, Juan dice: “En el cielo había
estallado una batalla; Miguel y sus ángeles combatieron contra el Dragón
y aunque el Dragón y sus ángeles lucharon, no pudieron prevalecer y perdieron
su lugar en los cielos. Con esto, el gran Dragón, la antigua serpiente, el
que es llamado Diablo y Satanás, y está engañando a la humanidad entera, fue
arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él”. (Apocalipsis 12:7-9)
Entre todas las cosas y personas que serán simbólicamente arrojados al Gehena o
lago de fuego para ser destruidos, estarán también ellos, pues Juan explica: “…el Diablo que los
extravió será precipitado en el lago de fuego que arde con azufre, donde
ya fueron arrojados la bestia salvaje y el falso profeta, y su condena será un
ejemplo que se recordará día y noche por los siglos de los siglos”. (Apocalipsis 20:10)
No recibirán un tormento de duración eterna; serán irreversiblemente eliminados
y su destrucción servirá cómo ejemplo y recordatorio por los siglos de los siglos.
10 La idea de que en un
hipotético lugar llamado infierno, situado bajo tierra y siempre en llamas, donde
Dios permite la tortura eterna de los malvados, no procede de la Biblia; esta creencia, cómo tantas otras doctrinas, penetró en el judaísmo y más tarde en el
cristianismo, a través de las tradiciones del helenismo que las naciones de
cultura greco-romana habían adoptado antes de ser cristianizadas,
estableciéndose firmemente en la cristiandad, auspiciada por sus pastores, que
podían utilizarla en beneficio propio. Durante el Renacimiento, Dante Alighieri
describió en su “Divina Comedia”, las torturas de un infierno que nada tiene
que ver con el que nos muestra la Escritura y sin embargo la mayoría de las
comunidades cristianas defienden. Pero nosotros debemos recordar las palabras
de Jesús a la mujer samaritana: “…llega una hora y ahora es, en que los adoradores verdaderos
adorarán al Padre en espíritu y verdad”. (Juan 4:23) Y el apóstol Juan nos
advierte: “…vosotros…
sabéis que ninguna mentira puede proceder de la verdad”. (1Juan 2:21) Seamos pues adoradores
verdaderos, busquemos la verdad que se halla en la enseñanza apostólica, y amémosla defendiéndola
sin temor, porque sabemos que “…ciertamente, el Padre busca a los que así le adoran”. (Juan 4:24)