Articulos


Haceos un buen nombre ante Dios

 

1 Los hechos y las inclinaciones de las personas suelen expresar su condición y en la mayoría de los casos, motivar su reputación. Así, quienes se esfuerzan en optimizar sus gestiones y tareas adquieren el nombre de laboriosos, mientras los que las evaden y no  adquieren responsabilidades, se crean fama de holgazanes. Conscientemente o sin pensar en ello, todas las personas se construyen durante su vida un nombre o una reputación ante los demás y también ante el Creador.

Quienes afirman pertenecer al pueblo de Dios pueden con sus palabras y modo de proceder, honrar su nombre y adquirir ante él un nombre amado, pero pueden también desacreditarlo por su conducta, cómo lo afirma Pablo cuando dice: “…Tu que te jactas en la Ley ¿Deshonras a Dios violando su ley? Puesto que por cosas como estas la escritura dice: Por culpa vuestra el nombre de Dios es blasfemado entre las naciones…” (Romanos 2:23..24)

 

2 David, el escritor inspirado de tantos salmos que ensalzan el Nombre de Yahúh, de su justicia y de la veracidad de su palabra, se construyó a pesar de sus errores, un nombre muy amado por su Dios, que le otorgó el privilegio de representar en las escrituras proféticas, al prometido Mesías; un buen nombre que como Pablo dice en la carta de Hebreos, le proporcionó la certeza de la resurrección y de la vida, pues según Jesús declaró: “ … llega la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz y saldrán los que hayan hecho el bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una resurrección de juicio”. (Juan 5:28..29)

Así, adquirir un buen nombre ante Dios, es en realidad la mejor inversión que puede hacer el hombre; nada existe que rinda mayor provecho, porque no solo otorga el gozo y el privilegio de dar alabanza al Creador, adjudica también una “herencia incorruptible, sin sombra y eterna ” Por esta razón Pedro exhorta a los seguidores de Cristo, diciendo: “Exultad, aunque ahora sea preciso que por un breve tiempo seáis afligidos por distintas pruebas, pues si el valor de vuestra fe, más precioso que el oro que perece, resiste el fuego al ser probado, seréis motivo de alabanza, de gloria y de honor, en el momento de la manifestación de Jesús Cristo ” (1Pedro 1:4..7)

 

3 En armonía con esto, Salomón escribe unas palabras que tal vez, pudieran parecernos insólitas, porque dice: “Un nombre es mejor que un perfume y el día de la muerte, que el día en que se nace”.

Ahora bien, el día de un nacimiento representa el comienzo de una vida y suele ser un día de gran felicidad para la familia del recién llegado,

¿Cómo podría pues el triste día de la muerte ser mejor?

Y sin embargo, el texto declara: “… mejor que ir a un festín es ir a la casa de duelo, porque este es el final de todos los hombres y el que está vivo lo meditará en su corazón. Es mejor la tristeza que la risa, porque con la tristeza en el rostro, el corazón mejorará. El corazón de los necios está en la casa de la diversión pero el corazón de los sabios está en la casa del duelo; prestar oído a la reprensión de los sabios es mejor que escuchar el cantar de los necios, porque lo mismo que el crepitar de las espinas bajo la olla es la carcajada del necio”. (Eclesiastés 7:1..6)

 

4 Estas palabras de Salomón nos señalan una realidad innegable: todas las personas de este mundo nacen condenadas a morir; puesto que tal como “… por causa del primer hombre el pecado entró en el mundo, por causa del pecado la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos heredaron el pecado”. (Romanos 5:12) Aún así y gracias a la misericordia del Creador, todas las personas tienen durante su vida, la oportunidad única de adquirir un nombre amado por el Dios que no juzga según las apariencias si no según el corazón, y de haber alcanzado cuando les llega el momento de la muerte, lo que en el día de su nacimiento no poseían, es decir, la justificación y la vida que Dios atribuye mediante la redención de Cristo. Ciertamente, “un nombre beneficia más que una gran riqueza”, (Proverbios 22:1) porque “la reputación del justo es para la dicha” por la resurrección prometida “pero el nombre de los impíos caerá en el olvido”, con la muerte eterna. (Proverbios 10:7)

 

5 En el antiguo Israel, era costumbre que la casa del que moría se convirtiese en una casa de duelo. Amigos y vecinos acudían a consolar a la familia con la reflexión de que al final de la vida, la persona fallecida disfrutaba ante Dios de un nombre estimado que le aseguraba la esperanza de la resurrección. Este consuelo resultaba además beneficioso para quienes lo ofrecían, pues les recordaba que también ellos tenían que morir y que su única esperanza residía en el crearse durante su vida, un buen nombre ante Dios, por esto dice Salomón que “… el que está vivo” tiene que considerar “en su corazón” estas cosas.

A nadie le gusta pensar en la muerte, por esto se tiende a suponer irracionalmente, que aunque miles de personas mueran cada día por distintos motivos, nuestro momento aún no llega. Sin embargo, la realidad es que ninguno sabe con certeza de cuanto tiempo dispone, la muerte puede ser inesperada y el hecho de haber tomado las decisiones apropiadas resulta vital, por esto es importante llegar a comprender que forjarse un buen nombre ante Dios, requiere el esfuerzo de respetar en este mundo sus mandatos y esto puede conllevar a renuncias que pueden parecernos dolorosas; es pues una trayectoria que necesita tiempo y cuando uno se siente morir, tiempo ya no tiene; de poco sirve un arrepentimiento interesado a última hora.

 

6 Escribe Salomón que “es mejor la tristeza que la risa, y que “el atender a la reprensión de los sabios es mejor que el prestar oído al cantar de los necios”. En realidad, los comentarios críticos o las reprensiones son a menudo difíciles de aceptar, aunque se efectúen con amabilidad y provengan de personas sabias; sin embargo, pueden estimularnos a la reflexión y resultar mejores y más útiles que los halagos y que las bromas y risas de los necios, porque según la Escritura, son estas “… como el crepitar de las espinas bajo la olla”, que producen poco calor y se consumen rápidamente; es decir, pueden parecer importantes por el ruido que hacen, pero apenas tienen sustancia y son inútiles.

Por otro lado, el hecho de recordar y de reconocer los errores cometidos, y de entristecerse por ellos, refleja en realidad una actitud positiva que sirve para reorganizar los sentimientos e impulsa a rectificar el camino. Aunque ninguno quiere pensar en cosas que le desagradan o le causan temor, el contacto con la muerte, como ocurre en un funeral, proporciona evidencia de una realidad inevitable, por esto predispone a escuchar consejos sabios y a reconsiderar el modo de proceder en la vida.

 

7 Para todos aquellos que han puesto fe en los designios de Dios, el día de la muerte debería por tanto ser mejor que el día del nacimiento, suponiendo, por supuesto, que les llegue el día de morir.

Tal vez esta declaración resulte aún más extraña que la de que el día de la muerte es mejor que el día del nacimiento ¿Es tal vez posible escapar a la muerte heredada por la humanidad? Para comprender esto tenemos que considerar seriamente el momento en que vivimos, pero,

¿Tenemos unos ojos que ven, que verdaderamente ven?

Si es así, seguro que nos daremos cuenta del hecho de que el mundo entero, plagado por la inestabilidad, el terrorismo y las guerras, la ignorancia y el hambre, las enfermedades y las catástrofes naturales, ha entrado en un período realmente crítico y complicado. Observaremos que el hombre tiende con arrogancia, a descartar la intervención de Dios en el destino de la humanidad y a manipular ‘científicamente’ la complejidad de su creación, para propagar dudas con respecto a su misma existencia, mientras establece y difunde una moralidad a su medida, adecuada a sus inmediatas aspiraciones y deseos. Advertiremos también la hipocresía y la profunda indiferencia en la práctica, de la sociedad hacia los menos favorecidos, así como la proliferación de todo tipo de drogas destinadas a perder el mundo de vista y a olvidar la falta de objetivos y esperanzas duraderas.

¿Ven realmente nuestros ojos el significado de todas estas cosas? ¿Consideramos el hecho de que fueron predichas por Jesús como una señal, cuando sus discípulos le preguntaron: “Dinos cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu llegada y de la conclusión del mundo?” Mateo 24:3 Porque como afirma Pablo en armonía con las promesas de Dios: “Cristo, tras haberse ofrecido una sola vez para abolir por siempre los pecados de muchos, volverá a manifestarse de nuevo en una segunda ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los que le esperan para ser salvados”. (Hebreos 9:28)

 

8 Por esto, tras exponer los acontecimientos que señalarían aquel momento, Jesús dijo a sus discípulos: “… donde esté el cadáver, allí se reunirán las águilas”. (Mateo 24:28) Las águilas vuelan a gran altura y tienen que identificar las presas que constituyen su alimento desde muy lejos, su vida depende por tanto de la observación y de la vista, y pueden compararse a las personas que en los últimos días de este mundo permanecen atentas al desarrollo de los acontecimientos y a las indicaciones de Jesús, confiando en las declaraciones del espíritu de Dios que se hallan en las Escrituras.

Debemos pues preguntarnos si estamos observando correctamente el significado de la situación mundial, o si en el fondo, nos decimos: ‘¿Quién sabe? En realidad, todo esto son cosas que siempre han sucedido’, porque Pedro, hablando de los tiempos que precederían al retorno de Cristo, escribe: “debéis saber de antemano, que en los últimos días se presentarán unos detractores de los que van tras los deseos de sus sentidos, y dirán mofándose: ‘¿Donde está su prometida presencia? Porque desde que nuestros antepasados murieron, sigue todo igual que al principio de la creación”. (2Pedro 3:3..4)

 

9 Pero ¿Es esto cierto? ¿Siguen todas las cosas como al principio? Aunque solamente consideremos la abundante, extendida y heterogénea contaminación de nuestro planeta y su atmósfera, es fácil discernir que “todono sigue igual que al principio de la creación”. Los hombres nunca como ahora, habían tenido el poder y los medios que les permitiesen hacer de la Tierra un planeta inhabitable. La ciencia ha provisto una tecnología supuestamente destinada a bendecir a la humanidad, que ha sido mayormente utilizada para perfeccionar toda clase de medios de combate, y que en relativamente poco tiempo, ha producido graves consecuencias en el aire, el suelo y los mares, al provocar una generación de residuos tóxicos de difícil eliminación y agredir seriamente el equilibrio de la naturaleza. Así, los ríos y lagos de aguas potables mueren contaminados y los océanos se convierten en vertederos internacionales, mientras en la tierra avanzan los desiertos, menguan las selvas y miles de especies vegetales y animales desaparecen definitivamente. Por otro lado, la mayoría de los cultivos actuales no están en condiciones de defenderse de las plagas sin el empleo de unos insecticidas que envenenan el subsuelo, los pozos y las fuentes acuíferas, causando la muerte de animales, aves e insectos.

Pero además, existen pruebas de que debido a la constante disminución de los hielos del ártico, millones de toneladas de gas metano, un gas atrapado bajo las masas de hielo y que es, con respecto al calentamiento atmosférico, 20 veces más potente que el bióxido de carbono, suben ahora a la atmósfera desde los fondos marinos, auspiciando una gran catástrofe climática.

 

10    ¿Se da cuenta tu corazón de que el peligro de que la Tierra no pueda sostener la vida, es real? Esto es algo que jamás había sucedido; los detractores de las promesas de Dios no pueden ignorarlo ni restar importancia a este hecho, diciendo que siempre ha sucedido así. Sin embargo, las Escrituras nos muestran que la destrucción que la Tierra sufre es parte de la señal de “los últimos días” de una desdichada sociedad humana.

Hablando de su conclusión, el apóstol Juan escribió hace casi 20 siglos: “Las naciones se han enfurecido, pero ha llegado tu ira y el momento de juzgar a los muertos y de recompensar a tus servidores los profetas, a los santos y a los humildes o poderosos que muestran respeto por tu nombre, y destruir a todos aquellos que destruyen la tierra”. (Apocalipsis 11:18)

No olvidemos que refiriéndose a las señales que precederían al momento de su retorno, Jesús había dicho a sus discípulos: “Escuchad una comparación con la higuera: cuando sus ramas están ya tiernas y las hojas brotan, sabéis que está cerca el verano. Así también vosotros, cuando veáis todo esto, sabed que está cercano, a las puertas. Yo os aseguro que no pasará esta generación hasta que todo esto suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”. (Mateo 24:32..35)

 

11 A pesar de las repetidas advertencias de Jesús, la gran mayoría de los que profesan seguir su enseñanza no discierne el significado de sus palabras ni desea hacerlo. Mantienen la misma actitud de las gentes de Israel, que amantes de su tradición y bajo la guía religiosa de maestros comprometidos en las intrigas políticas de la Judea, no aceptaron que Jesús era el Cristo de Dios, a pesar de las poderosas señales y milagros que ejecutaba, por esta razón les aplicó esta profecía de Isaías, apropiada también a la cristiandad de hoy, dijo: Mirando, miran en vano, y oyendo, oyen en vano, pues no captan su sentido. En ellos se cumple la profecía de Isaías cuando dice: ‘Por más que escuchen, no entenderán, por más que miren, no verán, porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible, tienen los oídos tapados y han cerrado los ojos para no oír ni ver, para no comprender y volverse a mí, y que yo no los sane”. (Mateo 13:13..15) Pero dirigiéndose luego a los que ponían confianza en sus palabras, añadió: “Sin embargo, vosotros sois afortunados porque tenéis ojos que ven y oídos que escuchan”. (Mateo 13:16)

 

12    Si tus ojos realmente ven, tus oídos oyen y tu corazón no está insensibilizado ni ocupado por las inquietudes de la vida y las ambiciones del mundo, discernirás que vivimos en un tiempo único, uno que las Escrituras describen como “los últimos días” de una sociedad humana egoísta, violenta y torturada, que Jesús comparó con la de los días de Noé, diciendo: “… ocurrirá lo mismo que en los días de Noé. Porque lo mismo que en los días anteriores al diluvio, comían y bebían, casándose o dándose en matrimonio hasta el día en que entró Noé en el arca, y nada discernieron hasta que sobrevino el diluvio y los arrastró a todos, así ocurrirá también al retorno del Hijo del hombre”. (Mateo 24:37..39) Sin embargo, tal como Noé y su familia fueron conservados vivos a través de aquella destrucción, los que obran prudentemente para honrar el nombre de Yahúh, haciéndose ante él un buen nombre, sobrevivirán a la destrucción que sobrevendrá durante lo que en las Escrituras se conoce como la guerra del gran Día del Dios Omnipotente.

 

13    Así, el hecho de creer que tal vez algunos de los que hoy viven nunca verán el día de su muerte, no es un disparate, por el contrario, expresa confianza en las palabras de Cristo y en la enseñanza de los apóstoles. Pablo dice dirigiéndose especialmente a los discípulos de los últimos días: “Ahora hermanos, voy a deciros un secreto sagrado: no todos nos adormeceremos en la muerte, aunque todos seremos transformados en un instante, en un parpadeo, al sonar la última trompeta. Sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados”. (1Corintios 15:51..52)

 

14    Aunque nunca se haya visto nada semejante, estas cosas sucederán sin falta; Sabemos que “… ninguna cosa es imposible para Dios” (Lucas 1:37) y por este motivo, los que hoy día tengan ojos que vean las circunstancias actuales a la luz de las Escrituras, oídos que presten atención a la enseñanza y a las advertencias de Jesús y de los apóstoles, y corazones que pongan fe en los designios de Dios, pueden sentirse verdaderamente felices y afortunados. Jesús pensaba en ellos cuando dijo: “Cuando empiecen a suceder estas cosas cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación”, (Lucas 21:28) pero también les advirtió contra el hecho de precipitarse en sus conclusiones e ir más allá de lo escrito, diciendo: “… de aquel día y hora ninguno sabe, ni los ángeles de los cielos ni el Hijo; solo el Padre … ¡Vigilad pues! Porque no sabéis en qué momento llegará vuestro Señor”. (Mateo 24:36 y 42) Y puesto que ninguno conoce el momento, es importante tener presentes estas palabras del apóstol Pedro: “… amadísimos, vosotros, que ya sabéis estas cosas por adelantado, permaneced vigilantes para que no seáis arrastrados al error de los impíos y vayáis a menos en vuestra firmeza. Continuad creciendo en el favor y en el conocimiento de Jesús Cristo, Señor y Salvador nuestro. A él sea la gloria ahora y para siempre. Así sea”. (2Pedro 3:17..18)

 

15    Mientras esperamos el día, ocupémonos de que nuestros hechos y nuestros pensamientos estén dirigidos a dar alabanza a nuestro Creador. Pablo dice a los seguidores de Cristo: “En fin, hermanos, de nosotros habéis aprendido el comportamiento que debéis seguir para agradar a Dios, y por el señor Jesús, os exhortamos con todo el corazón a que apliquéis plenamente las instrucciones que os hemos transmitido de su parte … Dios os ha llamado a la santidad, no a la deshonestidad, y quien ignore este mandato no está ignorando a un hombre, si no al Dios que ha puesto su espíritu santo en nosotros”. (1Tesalonicenses 4:1..8)

Algunos creen que siempre tendrán tiempo de hacerse un buen nombre delante del Creador, pero debemos tener presente que la muerte puede suceder en cualquier momento de la vida, no solo en la vejez. Ahora mas que nunca, resulta sumamente importante prestar atención a este sabio consejo del apóstol Pablo: “Debéis vigilar con atención vuestra conducta, para que no sea la de personas insensatas si no la de personas sabias. Aprovechad el tiempo propicio porque los días son difíciles y no seáis negligentes, intentad averiguar la voluntad del SEÑOR”. (Efesios 5:15..17)

No existe un mejor futuro para el hombre que el dispuesto por el Creador, pero solo podemos alcanzarlo durante esta vida, esforcémonos pues en hacernos un buen nombre ante él.