Cuando el Hijo del hombre llegue
¿Encontrará la fe sobre la tierra?
Casi todas las personas de
nuestro entorno conocen bien el ‘Padrenuestro’, la oración que Jesús nos
enseñó, por eso están familiarizados con estas palabras: "Venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad,
como en el cielo así en la tierra". (Mateo 6 :10) Pues
bien, en una ocasión, Jesús hablaba con sus discípulos de este reino y de las
cosas que tenían que suceder antes de que Dios lo estableciese, y les exhortó a
orar con constancia, concluyendo su argumento con estas palabras: "¿Acaso no hará Dios
justicia a sus elegidos, que claman día y noche, y les hará esperar? Os digo
que pronto les hará justicia, sin embargo, cuando el Hijo del hombre llegue ¿Encontrará
la fe sobre la tierra?" (Lucas 18 :8)
El caso es que en nuestra
tierra hay ahora más de seis mil millones de personas (año 2007), y entre ellas, muchos
millones forman parte de las numerosas confesiones cristianas, y afirman tener
fe en Jesús. Pero en este caso, Jesús empleó la expresión ‘la fe’, para
designar la práctica de todas sus enseñanzas, porque una trayectoria de vida en
armonía con la enseñanza de Jesús, también recibe el nombre de ‘la fe’ o
‘la vía’ en las Escrituras. Así pues, cuando Jesús se preguntó si
hallaría ‘la fe’ a su retorno, no dudaba de si hallaría a personas que
tuviesen fe en él, sino más bien de si hallaría a personas que viviesen
en ‘la fe’, en la práctica de su enseñanza. Lucas y Pablo emplean el
término ‘la fe’ en este sentido: "La palabra de Dios se difundía en
Jerusalén, los discípulos se multiplicaban considerablemente, incluso, un gran
número de sacerdotes se habían hecho obedientes a la fe... ". (Hechos
6 :7) "Examinad vosotros mismos si estáis en la fe ...". (2
Corintios 13 :5) "... pues hay un solo Señor, una sola fe, un solo
bautismo y un solo Dios ...", (Efesios 4 :4-5) Y en el mismo
capítulo, se habla de alcanzar la unidad en la fe para ‘llegar a una madurez que
esté al nivel del Cristo’.
Vemos entonces que la
reflexión de Jesús fue oportuna, puesto que tras la muerte de los apóstoles, la
fe o modo de vivir de acuerdo con la enseñanza verdadera, que el apóstol
Pablo llama ‘la enseñanza sana’, (1 Timoteo 1 :11) dejó de ser una
sola, y entre los cristianos aparecieron gran variedad de confesiones, de
interpretaciones y de juicios personales.
No obstante, la fe
verdadera debe ser la misma que era al principio. Los discípulos de Jesús
debían mantenerse siempre en su palabra, sin dejarse arrastrar hacia creencias
y dogmas que se basan en las especulaciones de dirigentes, de presuntos
vicarios de Cristo, o de cuerpos gobernantes que pretendan ser el canal divino.
La enseñanza correcta está, y siempre ha estado, en las Escrituras. Jesús dijo
a sus discípulos: "Si os mantenéis en mi palabra, seréis verdaderamente
discípulos míos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres". (Juan
8 :31-32) Y el apóstol Juan escribió en su carta: "Observando su enseñanza
demostramos conocerle, pero el que dice: ‘yo le conozco’, y no la observa,
es un mentiroso, y la verdad no está en él. Aquel que observa su palabra,
posee el amor de Dios, vínculo de unión perfecto que nos confirma que estamos
en unión con él. Pero quien afirme que está en unión con él, debe caminar
como caminó él. Amados, no os escribo una enseñanza nueva si no una
antigua que ya tenéis desde el principio. Esta enseñanza antigua es la
palabra que escuchasteis, que para todos es siempre actual ..." (1 Juan
2 :3-8)
Después de su muerte y
resurrección, Jesús derramó espíritu santo sobre sus apóstoles y discípulos.
Ellos hicieron entonces muchas obras poderosas, como hablar en lenguas o
realizar curaciones, incluso se sabe que algunos resucitaron a personas que
habían muerto. Pero el apóstol Pablo advirtió de que estos dones tan admirables
estaban destinados a desaparecer, porque solo se concedieron como una señal
para los judíos y las naciones incrédulas, de que Dios estaba con la
congregación de Cristo. El apóstol Pablo escribió: "... la profecía
pasará, las lenguas cesarán, y las revelaciones terminarán … … Sin embargo, hay
tres cosas que permanecen inmutables y son la fe, la esperanza
y el amor. Y de todas ellas, la mayor es el amor". (1
Corintios 13 :8,13)
La fe, la esperanza y el amor, son las
señales perdurables que identifican a la congregación verdadera. La
congregación de Cristo debe caminar de acuerdo con su enseñanza, la misma fe
de los apóstoles, mientras que, para poder perseverar, mantiene la mirada fija
en la esperanza de la vida eterna que Dios ha prometido, y a la se
accede mediante el sacrificio de Cristo, cuando se recibe el bautismo en su
nombre para ser justificado. Pero sobre todo, la congregación de Cristo debe
reconocerse por el amor. Jesús dijo: "Todos reconocerán que
sois discípulos míos por el amor que os tengáis unos a otros" (Juan 13 :35) El
amor es el vínculo que mantiene unida a la congregación, entre sí y con Cristo,
y refleja la personalidad de Dios, ‘porque Dios es amor’, como escribe el apóstol Juan en su carta: "Amados, el amor proviene
de Dios, amémonos pues unos a otros. Todo aquel que ama, conoce a Dios y ha
sido generado por él, pero el que no ama, tampoco puede conocer a Dios, porque
Dios es amor. Y Dios manifestó el amor que siente por nosotros, enviando a
su Hijo unigénito al mundo, para que por medio de él obtuviésemos la vida". (1 Juan 4 :7-9)
Este amor que impulsó a Dios a entregar a su Hijo, para que todos pudiesen
alcanzar la salvación, e impulsó al Hijo a ofrecerse en sacrificio, para que
todos pudiesen alcanzar la vida, es el mismo que deben reflejar todos aquellos
que caminan según la fe. Por esto, si dentro de una congregación, todos
sus miembros se esfuerzan por cultivar los tres dones ‘que permanecen
inmutables’ la fe,
la esperanza y el amor, cuando vuelva Jesús en su reino, sí
encontrará la fe verdadera sobre la tierra.