Dirigid Peticiones y
súplicas a Dios
1 El apóstol Pablo escribe a los
discípulos: “dirigid en todo momento y con todas
las fuerzas, vuestras peticiones y súplicas a Dios”. (Efesios
6:18) Y es que nuestro Dios Yahúh no es simplemente una Causa Originaria impersonal,
posee una verdadera personalidad con sentimientos reales, porque si no fuese
así ¿Cómo podría el hombre creado a su imagen tener sentimientos? Dios puede
ver y escuchar; siempre tenemos que tener esto presente al acercarnos a él en
oración.
Cuando Pablo exhorta a dirigirse a
Yahúh en todo momento ¿A qué se refiere exactamente? Seguramente a dirigirnos a
él en distintos momentos y circunstancias del día, para darle alabanza, para
darle las gracias, para pedir su ayuda o para suplicar su perdón. Podría pues
decirse que hay principalmente, cuatro clases o modalidades de oración.
2 La
oración de alabanza es noble y elevada; en realidad, es un acto
debido al Creador por sus generosas cualidades, por sus magníficas obras y por
su misericordioso designio para la humanidad. En el libro de los salmos
hallamos cientos de cantos de alabanza a Yahúh y muchos fueron compuestos por
el rey David, en ellos dice: “¡Alabad a Yahúh
todas las naciones, celebradle todos los pueblos!” (Salmo 117:1) “¡Canten
alabanzas a Yahúh sus fieles! ¡Den gloria a la mención de su santidad!” (Salmo 30:4) “¡Alabad a Yah! Porque celebrar a nuestro Dios es grato, pues es su
alabanza gozosa y placentera”. (Salmo 147:1) El apóstol Pablo, recordando los salmos proféticos que
se refieren a la predicación de la Buena Nueva a todas la naciones, exhortaba a los discípulos a dar alabanza a Dios, diciendo: “…las
naciones pueden glorificar a Dios por su misericordia, como: ‘Te loaré en medio
de las naciones y cantaré alabanzas a tu nombre’ y ‘¡Naciones,
compartid la alegría de su pueblo!’, y de nuevo, ‘Naciones todas ¡Celebrad al SEÑOR!
¡Que le alaben todos los pueblos!’" .(Romanos 15:10-11)
También el apóstol Juan, en la
visión del final de este mundo y del nacimiento del Reino de Dios que le fue
mostrada, vio a “una multitud grande que cantaba: ‘¡Alabad al SEÑOR!
La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios’”, (Apocalipsis
19:1) y más adelante escribe: “las
voces de la gran multitud que oí, parecían ahora el fragor de una cascada o el
estruendo de un potente trueno y decían: “Alabad al SEÑOR, porque el SEÑOR
nuestro Dios, el Omnipotente, ha comenzado a reinar”. (Apocalipsis
19:6)
Cada día debemos acordarnos en
nuestras oraciones, de dar gloria a Dios por su justicia y santidad, y por sus
magníficos designios, aunque no solamente mientras oramos, también cuando
conversamos podemos resaltar sus méritos, porque no tenemos nada que no hayamos
recibido y nada podríamos esperar sin su ayuda.
3 La
oración de gratitud también está relacionada con la alabanza a Dios.
Es justo y debido mostrar gratitud a Yahúh por todas las cosas que ha hecho,
que hace y que hará por nosotros. También se hallan en los Salmos decenas de
cantos de acción de gracias, que refieren cómo este, los muchos motivos de
gratitud de los hombres para con su Dios: “Agradeceréis
a Yahúh su benevolencia y sus portentos en favor de los hijos del hombre,
porque ha restablecido al alma sedienta y ha saciado de bienes al alma
hambrienta” (Salmo 107:8, 15, 21, 31, etc.) El mismo apóstol
Pablo aconseja: “El Señor está cerca, de manera que no
estéis ansiosos por nada y en cualquier circunstancia, exponed a Dios
lo que necesitáis por medio de la oración, sí, rogándole y
dándole las gracias, y mediante Cristo Jesús, la paz de Dios, que sobrepasa
cualquier pensamiento, protegerá vuestros sentimientos y vuestro modo de pensar”.
(Filipenses 4:6) Y dice a los efesios: “Cantad
al SEÑOR con todo corazón, acompañados con música, y dad en todo momento y
por todas las cosas, gracias a Dios Padre, en el nombre de
nuestro Señor Jesús Cristo”. (Efesios 5:19-20)
4 Y verdaderamente, son muy
numerosas las razones que tenemos para expresar cada día, gratitud a nuestro
Padre del cielo por las muchas cosas que recibimos, que no solo hacen la vida
posible, la hacen también agradable.
¿Agradecemos a Yahúh todas las
bendiciones espirituales que nos ha concedido?
¿Agradecemos el don de la
justificación por medio del sacrificio de Cristo?
¿Agradecemos el don de su guía, su
palabra en la Biblia?
¿Agradecemos el don de hacer parte
de la Congregación Cristiana?
¿Agradecemos el don de la
maravillosa esperanza de su reino?
¿Agradecemos el precioso don de la
oración?
Es cierto que no podemos en todas
nuestras oraciones, recordar o enumerar todo lo que Dios ha hecho y hace por
nosotros, pero nuestro sentimiento debe ser cómo el del salmista que escribió:
“Bendice alma mía a Yahúh, no olvides todos sus beneficios” (Salmo
103:2)
5 Orar para pedir a Dios las cosas que deseamos y
tener la certeza de que él nos escucha, representa un gran consuelo. El apóstol
Pablo nos insta a hacerlo, diciendo: “Acerquémonos
pues a la gozosa Majestad con toda nuestra confianza, para recibir
misericordia, favor y ayuda en el momento oportuno”. (Hebreos
4:16) Y el apóstol Juan escribe animándonos a hacerlo: “…si nuestra conciencia nada nos reprocha, amados, es porque
estamos observando sus mandatos y obramos lo que le es grato y en este caso, gozamos
de franqueza ante él y recibimos cualquier cosa que le pidamos”.
(1Juan 3:21-22)
Tal cómo Jesús mostró en la oración
conocida cómo el Padre Nuestro, debemos pedirle tres cosas básicas; el triunfo
de su justicia en los cielos y en la Tierra, las cualidades espirituales que
necesitamos desarrollar para permanecer fieles y alcanzar la vida y su bendición
en cuanto a nuestras necesidades materiales.
6 En armonía con esto, Jesús
mismo pidió al Padre que santificase su Nombre siempre denigrado por sus
adversarios. Dijo ante sus discípulos: “¡Padre,
glorifica tu nombre!” (Juan 12:28) Y dice Mateo que también
les mostró las cosas que debían pedirle, diciendo: “Vosotros
orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, sea santificado tu Nombre,
venga tu Reino y hágase tu voluntad cómo en el cielo, también sobre
la tierra. Danos hoy nuestro pan cotidiano y perdónanos nuestras
deudas cómo también nosotros perdonamos a nuestros deudores, no nos
dejes caer en tentación sino que líbranos del maligno”. (Mateo
6:9-13)
Así pues, también nosotros debemos
pedir con constancia la llegada a la Tierra de su Reino, para que en toda ella
se haga su voluntad. Por otro lado, deberíamos también recordar la sugerencia
de Pablo a Timoteo, cuando le escribe: “Exhorto a que
primero se den las gracias y luego se hagan peticiones mediante plegarias y
súplicas en favor de todos los hombres, de los reyes y de todas las autoridades
constituidas, para que se nos permita llevar una vida tranquila y estable,
mientras practicamos la fe con seriedad. Esto es una cosa buena y
grata al Dios que nos ha salvado y que desea que todos los hombres sean
salvados...” (1Timoteo 2:1-4) No debemos olvidar que lo mismo que
Cristo, sus seguidores no deben estar a favor o en contra de las autoridades
permitidas por Dios.
7 Nuestros ruegos deberían
también tener muy presentes nuestras necesidades espirituales, que incluyen
pedir al Padre perdón por las faltas que cometemos. El apóstol Juan escribe: “Hijitos míos, os escribo
estas cosas para que no pequéis, pero si alguno ha pecado, tenemos cerca del
Padre a Jesús Cristo, un justo que viene en nuestra ayuda…” (1Juan 2:1) Además,
deberíamos pedir a Yahúh una mayor porción de su espíritu, pues cómo dijo Jesús
a las gentes: “Si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenos regalos a vuestros hijos ¡Cuánto más el Padre del cielo dará
espíritu santo a los que se lo pidan!” (Lucas 11:13) Por esto
la Escritura nos insta a pedir a Dios sabiduría, particularmente cuando
estamos en un momento difícil, aunque siempre debemos pedirle su espíritu y su
bendición en nuestro esfuerzo de compartir con los demás la Buena Nueva, pues cómo dice Pablo refiriéndose a su predicación y a la de Apolo, “es verdad que yo planté y que Apolo regó, pero el que
hace crecer es Dios. Por esto, ni el que planta ni el que riega son
importantes, solo Dios lo es, porque él es quien hace crecer, pero entre el
que planta y el que riega no hay diferencia. De todos modos, cada uno
recibirá individualmente una recompensa por su trabajo”. (1Corintios
3:7-8)
Tampoco olvidaremos en nuestra
oración los problemas que podamos tener con un hermano o una hermana en Cristo,
aunque sea nuestro cónyuge o un familiar, porque es importante pedirle su guía
para resolver cualquier dificultad y también, la fuerza necesaria para estar en
disposición de pedir perdón o de perdonar libremente y sin rencor. Pablo
aconseja: “…si alguno tiene motivos para
lamentarse de otro, que lo soporte y le perdone liberalmente,” (Colosenses
3:13) “alejad de vosotros cualquier clase de
rencor, de desdén, de ira, de arrogancia y
de maledicencia, así cómo cualquier clase de malicia, para poder ser benignos y
compasivos unos con otros, perdonándoos liberalmente, cómo Dios os ha perdonado
liberalmente mediante Cristo”. (Efesios 4:31-32)
8 Las Escrituras aconsejan pedir
la bendición de Dios en favor de los asuntos materiales, de modo que no lleguemos
a carecer de las cosas necesarias y podamos vivir decorosamente, pero dijo
Jesús: “No os angustiéis diciendo ¿Qué comeremos? ¿Qué
beberemos? O ¿Con qué nos vestiremos?... Pues vuestro Padre celestial sabe
que necesitáis de todas estas cosas. Buscad pues primero el Reino y su
justicia y todas estas cosas os serán añadidas. No estéis pues ansiosos
por el mañana, porque el mañana se preocupará de sí mismo. Para cada día es
suficiente su propia dificultad”. (Mateo 6:31-34)
Adoptemos pues la misma actitud de Agur
hijo de Yakeh, el escritor de este proverbio: “Dos
cosas te he rogado, no me las niegues antes de que muera. Aleja de mí
falsedad y palabras mentirosas. No me des pobreza ni riqueza,
provéeme del pan de mi porción, no sea que me sacie y te niegue, diciendo
¿Quién es Yahúh? o no sea que me empobrezca y robe, profanando el nombre de mi
Dios”. (Proverbios 30:8-9)
Ante un problema de trabajo, de
salud o de cualquier otra cosa, podemos contar con el apoyo de Yahúh, pedirle
que bendiga nuestros esfuerzos para solucionarlo y nos de para soportarlo,
sabiduría, fortaleza y paciencia, teniendo en mente estas palabras de Pablo: “El Señor está cerca, de
manera que no estéis ansiosos por nada y en cualquier circunstancia exponed
a Dios lo que necesitáis por medio de la oración, sí, rogándole y dándole
las gracias, y mediante Jesús Cristo, la paz de Dios, que sobrepasa
cualquier pensamiento, protegerá vuestros sentimientos y vuestro modo de
pensar”. (Filipenses 4:6-7)
9 La escritura nos insta a orar y
a dirigir “en todo momento y con todas las fuerzas”,
nuestras “peticiones y súplicas a Dios”. (Efesios
6:18) ¿Porqué añadir súplicas a nuestras oraciones? ¿Qué significa la
palabra súplica?
En el Nuevo Testamento, la palabra ‘súplica’ traduce el término griego ‘deêsis’, que deriva del verbo ‘deomai’, que significa ‘implorar’, ‘suplicar’
o ‘interceder’. Se comprende así, que
una súplica va más allá de un ruego o de una petición, es una demanda de
intercesión particularmente intensa.
Dice la Escritura que el mismo Jesús, “en los días de su vida cómo hombre,
ofreció oraciones y súplicas, invocando intensamente y con
lágrimas al que podía salvarle del poder de la muerte, y fue escuchado por su
fidelidad”. (Hebreos 5:7) De igual manera, cuando nos volvemos a
Dios y le pedimos ayuda para hacer frente a nuestras debilidades, debiéramos
para poder vencerlas, presentar ante él nuestras súplicas cómo lo hizo Cristo.
Por otro lado, cuando llega a
nuestro conocimiento que un hermano o una hermana está sufriendo por
causa de una enfermedad, una desgracia o cualquier otra causa, es también
apropiado que en la congregación e individualmente, se hagan peticiones y
súplicas a Dios en su favor.
En relación a estas cosas, Pablo
escribe a los Corintios: “Debéis saber hermanos, que
la gran prueba que nos sobrevino en el Asia nos golpeó muy duramente, más allá
de nuestras fuerzas, pues hasta creímos perder la vida por estar convencidos de
haber recibido la sentencia de muerte. Pero así hemos aprendido a apoyarnos, no
en nuestros propios medios, si no en el Dios que resucita a los muertos, porque
es él quien nos ha librado y quien sigue librándonos, por esto ponemos en él la
esperanza de que también en el futuro nos librará de algo tan grande cómo es la
muerte. Y vosotros podéis cooperar con vuestras oraciones, a que mediante
las plegarias de muchos, se nos conceda este don, porque de esta
manera, serán muchos los que tengan ocasión de dar las gracias a Dios”.
(2Corintios 1:8-11)
10 Debemos
actuar en armonía con nuestras peticiones. Lógicamente, cuando
dirigimos a Yahúh nuestras plegarias, nuestras peticiones y nuestras súplicas,
tenemos que estar dispuestos a cumplir con nuestra parte, o sea, tenemos que
hacer lo que esté en nuestras manos para resolver el problema.
¿Pedimos el pan cotidiano?
Estemos dispuestos a trabajar para obtenerlo, cómo recomienda Pablo a los
discípulos de Tesalónica: “Cuando estábamos entre
vosotros os dábamos esta recomendación: 'si alguno no quiere trabajar, que
tampoco coma', pero hemos oído que entre vosotros hay algunos que viven
desordenadamente y sin trabajar, entrometiéndose en asuntos ajenos. A estos,
exhortándoles en armonía con el Señor Jesús Cristo, les recomendamos que
trabajen en paz y que se ganen el alimento que comen”. (Tesalonicenses
3: 10-12)
¿Pedimos ser protegidos de las
tentaciones?
Evitemos involucrarnos a sabiendas
en situaciones que podrían ponernos en un compromiso. Cada uno de nosotros debe
usar su propio criterio, pero tenemos que tener presentes estas palabras de
Pablo a los discípulos de Corinto: “Ahora os hablo
como a unos hijos… No debéis entrar en una unión desigual con los incrédulos,
porque ¿Que relación puede haber entre la justicia y la ilegalidad? ¿Que
comunión entre la luz y las tinieblas? ¿Que acuerdo entre el Cristo y el
Diablo? Y ¿Que relación entre el fiel y el infiel? Además ¿Que armonía
puede haber entre el templo de Dios y los ídolos?” (2Corintios
6:13-16) Es verdad que los seguidores de Jesús deben ser amables y
cariñosos con todos, pero también deben guardar celosamente su corazón para
Yahúh, cómo le recordó Jesús a un escriba con estas palabras de la Ley: “Amarás al Señor, tu
Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus
fuerzas”. (Marcos 12:30)
¿Pedimos que reine entre nosotros
la paz?
Sigamos entonces este consejo de
Pedro que parafrasea el Salmo 34:12-14, diciendo: “quien ame la vida y quiera ver días felices, que guarde
su lengua de la maldad y sus labios del habla falsa; que huya del mal y
haga el bien; que busque la paz y la persiga". (1Pedro
3:11) Esto significa que tenemos que estar atentos para no ofender a los
demás con nuestras palabras y no ser excesivamente sensibles, estando siempre
dispuestos a ofendernos.
¿Pedimos a Dios que nos conduzca
hacia personas sinceras con las que podamos compartir la Buena Nueva?
Pablo aconseja: “…manteneos firmes e inamovibles, amados hermanos
míos, teniendo siempre mucho que hacer en la obra del Señor y siendo
conscientes de que vuestra trabajo para el Señor no es inútil”. (1Corintios
15:58)
¿Pedimos a Dios más sabiduría y
más espíritu santo?
Dice la Escritura que “todas las cosas que se escribieron”, en ella ”fueron
escritas para nuestra instrucción”, (Romanos 15:4) y aconseja: “investigad todas las cosas, retened lo que sea útil”,
(1Tesalonicenses 21) Estudiemos pues, reflexionemos en lo que
estudiamos, comprobemos las cosas y valgámonos de todos los medios que él ha
puesto a nuestra disposición. Si demostramos interés, es seguro que Dios nos
hará crecer.
11 ¿Puede
nuestro modo de orar mejorarse? Las oraciones revelan la profundidad
de la espiritualidad y para mejorar las nuestras, debemos tomar muy en serio lo
que el hecho de orar significa. Dios es el Creador del Universo y el Padre de
la vida. Él es el Señor de todo lo que existe; es el Soberano de ángeles y
hombres, por este motivo debemos acercarnos a él con modestia y expresarnos
respetuosamente, aunque también sea para los que le aman, un Padre afectuoso.
Nuestras oraciones deben ser sinceras y desde el corazón, nunca fórmulas o
palabras aprendidas de memoria. No debemos orar apresuradamente ni recitar
nuestra oración de manera mecánica, considerándola simplemente cómo algo que
hay que hacer, puesto que nuestras oraciones constituyen una inestimable
ocasión de conversar con nuestro Padre que está en los cielos. Abrámosle en
ellas nuestro corazón, porque él nos escucha.
Jesús aconsejó: “…cuando oréis, no haréis como los hipócritas, que gustan de
orar en las sinagogas y de pie en las esquinas de las plazas, para exhibirse
así ante los hombres; en verdad os digo que reciben ya su
recompensa. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y
después de cerrar con llave tu puerta, órale a tu Padre secretamente y
tu Padre que ve en lo secreto, te recompensará. Y cuando estéis
orando, no charléis desmedidamente cómo las gentes de las naciones, que
se figuran que por su mucho hablar van a ser escuchados. No hagáis como ellos,
porque vuestro Padre sabe de que cosas tenéis necesidad, antes de que
vosotros se las pidáis”. (Mateo 6:5-8)
La palabrería puede hacer que la
persona pierda de vista el sentido de su oración y es probable que las
repeticiones y las palabras aprendidas de memoria, provengan de la cabeza y no
del corazón. Al orar, podemos pensar en algún pasaje de las Escrituras que sea
para nosotros, especial, porque esto puede ayudarnos a que nuestra oración se
mantenga ferviente. Las palabras no son lo principal, porque cuando la oración
brota del corazón “viene en nuestra ayuda el espíritu,
y aunque no siempre sepamos que pedir, el espíritu mismo intercede en nuestro
favor, porque él examina los corazones y sabe cuales son nuestras
necesidades verdaderas, y con las palabras que no hemos sabido expresar,
intercede ante Dios en favor de los santos”. (Romanos 8:27)
12 Los
resultados o recompensas de la oración son directos e indirectos.
Realmente la oración es una forma de culto practicada en todo el mundo y hay
muchas personas que creen ser escuchadas por Dios, a pesar de que tal vez, lo
que piden no esté en armonía con su voluntad.
Por ejemplo, se dice que los
soldados que están en una trinchera, rezan todos y puesto que muchos son los
que sobreviven, podría concluirse que Dios ha escuchado sus oraciones, aunque
el porcentaje de supervivientes podría también explicarse por la ley de
probabilidades.
Sin embargo, lo que es absolutamente
seguro, es que Yahúh responde sin falta a las oraciones de quienes le buscan
para conocer y hacer su voluntad, empleando también a sus servidores en la
tierra y en los cielos, para atender las sinceras peticiones que le dirigen.
13 Además de los beneficios
directos, la oración aporta también beneficios indirectos. El mismo hecho de
confiarnos a Yahúh, nuestro Padre de los cielos, hace que nos sintamos
estrechamente unidos a él; el de expresarle nuestra gratitud, trae a nuestra
mente las cosas positivas que en nuestra vida gozamos, y el de dirigirnos a él
intensa y sinceramente, nos mueve a la humildad y a ejercer confianza en su
benevolencia y apoyo, más que en nuestro entendimiento y fuerzas. Pedro
escribe: “Humillaos bajo la poderosa mano de Dios
para que él os ensalce a su debido tiempo, y
confiadle todas vuestras preocupaciones, porque él cuida de vosotros.
Sed vigilantes y dueños de vosotros mismos, puesto que vuestro adversario el
Diablo se mueve en derredor vuestro como un león rugiente que busca devorar a
alguno; vosotros resistidle permaneciendo firmes en la fe, y pensad que
también vuestros hermanos esparcidos por el mundo están afligidos por los
mismos sufrimientos. Y después de sufrir por un breve tiempo, el
mismo Dios que os ha llamado mediante su generoso don, a participar
unidos con Cristo en su gloria eterna, completará vuestro adiestramiento
y os hará firmes y fuertes”. (1Pedro 5:6-10)
14 Las oraciones que incluyen
alabanza, gratitud, peticiones y súplicas, representan para nosotros el goce de
un extraordinario privilegio, que nos permite demostrar nuestra fe por medio de
la perseverancia.
Para que nuestras oraciones sean siempre excelentes,
esforcémonos en obrar de acuerdo con las cosas que pedimos a nuestro Padre,
mientras le abrimos con sinceridad nuestro corazón. Si hacemos caso de estos
consejos, hallaremos un gran beneficio espiritual y tendremos la seguridad de
ser escuchados por Dios en todas las cosas, puesto que: “Sabemos con certeza que su voluntad es escucharnos en
cualquier cosa que le pidamos y sabiendo que él escucha nuestros ruegos, podemos
estar seguros de poseer ya lo que le pedimos”.
(1Juan 5:14-15)