¿Qué significado
tiene el bautismo?
1 Aunque hoy en día el bautismo se haya convertido en
un evento social, el análisis de su significado y de todo lo que implica es muy
importante, puesto que constituye uno de los conceptos o verdades
fundamentales de la doctrina cristiana, mencionadas por Pablo cuando
escribe: «Por tanto, ahora que hemos superado la
enseñanza básica con respecto al Cristo, deberíamos progresar hacia la
madurez, sin detenernos de nuevo en verdades fundamentales como el
apartarse de las obras que llevan a la muerte, la fe en Dios, la
enseñanza relativa a los bautismos, la imposición de las
manos, la resurrección de los muertos y el juicio universal».
(Hebreos 6:1...2)
2 La palabra bautismo procede del término “βάπτισμα” (baptisma) y significa
“inmersión”, es un término griego transliterado directamente a otras
lenguas, como por ejemplo “εὐαγγέλιον” (evangelion), que quiere decir “Buena
Nueva”, o “Ἀποκάλυψις” (Apocalypsis) que significa
“Revelación”.
Con el transcurso de los
siglos, puede decirse que el bautismo, igual que otras verdades fundamentales,
ha perdido su significado original. Ya en el primer siglo habían surgido las
ideas que llevarían a la gran apostasía predicha por Jesús en esta parábola:
«El Reino de los Cielos es semejante a un hombre
(Jesús) que sembró buena semilla en
su campo. Pero, mientras sus hombres dormían (tras la muerte de los
apóstoles), vino su enemigo
(Satanás), sembró sobre ella, y se
fue». (Mateo 13:24...25)
En el año 51, tan solo dieciocho años después de la muerte de Jesús, Pablo recuerda a los discípulos su
parábola y advierte: «Este desconocido
transgresor ya está obrando, pero en cuanto lo que le
retiene sea retirado, entonces se revelara el transgresor
que el Señor sentenciará a la destrucción y aniquilará en el momento de la
manifestación de su presencia. Este se presenta según el poder de Satanás, con
señales potentes y prodigios engañosos, para seducir mediante la injusticia
a los que perecen, que son los que no han amado la verdad para poder
ser salvados. Por esto, Dios les envía un espíritu de confusión, para que puedan
creer la mentira y sean todos juzgados por no haber creído la verdad y haber
experimentado placer en la injusticia».
(2Tesalonicenses 2:7...12)
3 Cuando los apóstoles se durmieron en la muerte, la
cizaña sembrada por el “enemigo” creció con
rapidez entre el trigo, y en unos pocos siglos, las divisiones se multiplicaron,
tal como se muestra en este esquema:
Hoy en día, en las más de
41.000 confesiones religiosas de un cristianismo heterogéneo, el auténtico
sentido del bautismo original se ha perdido totalmente. Sin embargo esta
confusión procede de las muchas interpretaciones erróneas admitidas en el
cristianismo post apostólico, puesto que la Escritura es clara con respecto a su
significado y no da lugar a
interpretaciones ambiguas.
Examinemos su tradición y
ritual en las diversas confesiones de la Cristiandad.
Interpretaciones extra-bíblicas del
bautismo:
(Haga clic aquí para ver la lista)
4 El bautismo de los recién nacidos:
según cual sea la denominación cristiana, el recién nacido es bautizado por
aspersión, por inmersión o por ablución, pero siempre “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo”, fórmula explícitamente trinitaria que la liturgia
establece.
El bautismo por
aspersión consiste en rociar agua
tres veces sobre el bautizado “en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
El bautismo por
ablución consiste en derramar agua
tres veces sobre la cabeza del bautizado, “en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Esta modalidad era la
preferida para el bautismo de infantes desde finales del primer milenio, y a
partir el siglo XIII es la empleada en Occidente.
El bautismo por
inmersión fue el más difundido,
aunque hoy solo se encuentra entre los sirios. Consiste en derramar agua sobre
el bautizado por tres veces, “en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, y luego sumergirlo en el
agua.
El bautismo por inmersión
total es el más empleado entre
muchos de los Bautistas y Ortodoxos orientales. El cuerpo del bautizado es
sumergido en agua por tres veces, “en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
5 Ni en el Nuevo Testamento ni en los primeros siglos
de la congregación cristiana existen
testimonios de las prácticas aquí descritas, pero la Escritura afirma con
claridad que solamente podían ser bautizados aquellos que habían ejercido fe
en Cristo, y si tenemos esto en cuenta, comprenderemos que el bautismo de
recién nacidos no podía ser una práctica admitida en el bautismo
apostólico. Los bautismos registrados en
las Escrituras se refieren exclusivamente a personas adultas; un bebé no puede
darse cuenta de lo que la fe en Cristo significa, y tampoco puede tomar
conscientemente la decisión de obedecer a Cristo ni puede comprender lo que el
bautismo representa. Aun así, hay quienes consideran algunas referencias del
Nuevo Testamento a los bautismos de “casas enteras”, como un bautismo de adultos
junto a toda su familia, pequeños incluidos. (Hechos 16:15,33;
18:8 y 1Corintios 1:16) Ahora bien, el término “casa o familia”
tal como es utilizado en la Biblia, excluye a los recién nacidos y a los niños
pequeños. Por ejemplo, cuando en su carta a Tito, Pablo menciona a los
apóstatas, dice que «son hombres que trastornan a
familias enteras», (Tito 1:11) palabras que obviamente no pueden incluir a los
bebés, y cuando en 1Samuel 1:21…22 leemos que Elcana, padre de
Samuel, «subió con toda su familia» a
Jerusalén, dice el versículo siguiente que su mujer «Hannah no subió, porque
dijo a su marido: “No subiré hasta el destete del
niño”».
6 Al inicio del tercer siglo, Tertuliano (150-225),
notable apologista cristiano, criticaba la práctica del bautismo de infantes con
estas palabras: «Según la condición, la disposición
y la edad de cada uno, es mejor retrasar el bautismo, y en particular cuando se
habla de niños… Ciertamente el Señor ha dicho: “Dejad que los niños se acerquen
a mí”; que vayan sí, pero cuando crezcan; que vayan sí, pero cuando
estén en edad de ser instruidos, cuando ya sepan a quién se acercan.
Que se hagan cristianos, pero cuando sean capaces de conocer a
Cristo». (Tertuliano: De baptismo 18,
5…6)
A pesar de esto, el bautismo de
los recién nacidos fue establecido como norma obligatoria en el quinto siglo. En
obediencia a las disposiciones papales, en el año 418 fue convocado el concilio
de Cartago y allí, ante 200 obispos, fueron establecidos ocho dogmas, uno
de ellos el del bautismo de recién nacidos. Además, en este mismo concilio se
condenó a «aquellos que negaban que los niños
debían ser bautizados cuando salían del seno materno», y se afirmaba que
«en virtud de la regla de la fe» con
respecto al pecado original, «también los más
pequeños, que personalmente no han podido todavía cometer pecados, son
verdaderamente bautizados para la remisión de los pecados, para que mediante la
regeneración, sea purificado en ellos lo que han recibido por
nacimiento». (Gian Domenico Mansi, Sacrorum Conciliorum,
3, 810…815 y 4, 327)
7 Otro de los temas en desacuerdo con la Escritura, es
en el nombre de quien debe ser administrado el bautismo.
Las versiones del evangelio de Mateo llegadas a nosotros, hacen referencia a un
bautismo “en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo” en evidente contraste con las palabras de Pedro, Pablo,
Lucas y Juan, que establecen que el bautismo debe ser “en el nombre de Jesús”. Algunos traductores han reconocido explícitamente
que esta fórmula trinitaria no está en armonía con el resto de las Escrituras,
donde se habla solamente del bautismo en el nombre de
Jesús.
Con respecto a Mateo
28:19, hallamos en una de las versiones de la Biblia de Jerusalén (imprimatur Bilbao 15/11/1975), una nota
a pie de página que copiamos en parte, y que dice: «Es posible que esta fórmula se resienta en su
precisión, del uso litúrgico establecido más tarde en la
comunidad primitiva. Es sabido que los Hechos de los Apóstoles hablan de
bautizar “en el nombre de Jesús”. Más tarde se habrá hecho
explícita la relación del bautizado con las tres personas de la
trinidad…» Estas palabras admiten cautelosamente lo que es ya bien
conocido por muchos, o sea, que la parte trinitaria del versículo responde a una
antigua interpolación. Originalmente, este versículo solo contenía estas
palabras de Jesús: «Poreuthentes mathêteusate panta
ta ethnê en to onomati mou», es decir, «Id pues y haced discípulos de todas las naciones en el
nombre mío», ya que así es como lo cita Eusebio de Cesarea
(263 – 339) en su Historia Eclesiástica (Libro 3º, capítulo
5º, 2). Es pues evidente que la frase del bautismo trinitario fue añadida
después del año 339.
8 Podemos también preguntarnos por qué motivo emplea
Pablo el plural cuando en Hebreos 6:2 dice «la enseñanza relativa a los bautismos»,
y la razón es que la Escritura menciona cuatro bautismos
diferentes.
v
El
bautismo de Juan el Bautista
v
El
bautismo de Jesús
v
El
bautismo de los discípulos de Jesús
v
El bautismo en espíritu
santo
Significado del bautismo de
Juan
9 El bautismo fue el tema central del ministerio
profético de Juan, hijo de Zacarías y primo de Jesús. De hecho, el lugar que el
bautismo ocupó en su predicación fue tan relevante, que llegó a ser conocido
entre el pueblo como Juan el Bautista, por esto en la Escritura leemos:
«Por aquellos días se presentó
Juan el Bautista predicando en el páramo de la Judea». (Mateo 3:1)
Su predicación no tendría que
haber sido inesperada para los Israelitas, que conociendo los escritos de los
profetas, esperaban la llegada del Mesías por aquellas fechas. Además, también
el ministerio de Juan había sido predicho por Malaquías, que profetizó de parte
de Dios: «“He aquí que envío a mi mensajero y
preparará el camino ante mí. Entonces, de improviso llegará a su templo el Señor
que vosotros pedís. Mirad, viene el mensajero del pacto que deseáis”, declara
Yahúh de las Multitudes». (Malaquías 3:1)
La profecía se cumplió
plenamente en Juan, como lo testifica Lucas cuando escribe: «Bajo los sumo-sacerdotes Anás y Caifás,
la palabra de Dios fue dirigida a Juan hijo de Zacarías, en el páramo, y él fue
por toda la región del Jordán predicando un bautismo de conversión para
perdón de los pecados». (Lucas
3:2…3) Estas palabras revelan el significado del bautismo de Juan,
que «decía a las gentes que acudían a
escucharle: “Raza de víboras, ¿quién os ha
enseñado a huir de la ira venidera? Dad pues frutos dignos del
arrepentimiento y no tratéis de decir en vuestro corazón: “Tenemos por padre
a Abraham”, porque yo os digo que de estas piedras, puede Dios hacer surgir
hijos para Abraham”». (Lucas 3:7...8)
10 El bautismo de Juan era pues la confesión de
aquellos que arrepintiéndose de sus propios pecados, daban así testimonio
público de su contrición por haber transgredido la Ley de Moisés. De hecho, el
principal cometido de la importante misión de Juan, consistía en preparar para
Dios un pueblo bien dispuesto para escuchar a su Enviado, como antes de su
nacimiento había dicho el ángel a su padre Zacarías: «Él hará volverse hacia Yahúh su Dios, a muchos de los hijos
de Israel, será ante él un precursor con el mismo espíritu y fuerza de Elías,
para reconducir los corazones de los padres a los hijos y de los desobedientes a
la sabiduría de los justos, preparando para Yahúh un pueblo bien
dispuesto». (Lucas 1:16…17)
Juan fue un instrumento potente
en manos de Yahúh; sus palabras eran mensajes que provenían del Creador, y él
los proclamaba con el «espíritu y fuerza de
Elías», manifestando el mismo carisma y ardor que el antiguo
profeta.
Su ministerio suscitaba un sano
temor que incitaba a quienes le escuchaban a examinar su estado espiritual ante
Dios, y por este motivo, muchos se reconocían pecadores y se dirigían a él con
el corazón dolido, para manifestar públicamente su arrepentimiento mediante el
bautismo.
11 En el evangelio del apóstol Juan leemos: «Después de esto, Jesús se fue con sus discípulos a la región
de la Judea y permaneció allí con ellos, y bautizaba». (Juan 3:22)
Sin embargo, luego aclara que «él (Jesús) hacía y bautizaba más discípulos que Juan, aunque en
realidad, Jesús mismo no bautizaba sino sus
discípulos». (Juan 4:1…2)
¿Qué sentido tenía en aquel
momento el bautismo efectuado por los discípulos de Jesús? Ninguno podía aun
recibir el bautismo en su nombre, como sucedería después de su muerte, cuando
Pablo escribe: «Mediante el bautismo fuimos entonces
sepultados en su muerte, para que como fue Cristo resucitado de entre los
muertos por su glorioso Padre, también nosotros caminásemos en una vida nueva,
pues si se nos ha unido a él en la semejanza de su muerte, seguro que también lo
estaremos en la semejanza de su resurrección». (Romanos 6:4...5) Así pues, el
bautismo que entonces practicaban los discípulos de Jesús tenía el mismo
significado que el de Juan el Bautista, era «un
bautismo de conversión, para perdón de los
pecados».
Significado del bautismo de
Jesús
12 Unos seis meses después de que Juan comenzase a
predicar, Jesús se llegó al Jordán, al lugar donde Juan bautizaba, y pidió ser
bautizado. Juan se opuso y le dijo: «Soy yo quien necesita ser
bautizado por ti, y ¿tú vienes a mí?». (Mateo 3:14) El Bautista
sabía que Jesús era hijo de Dios, y que el bautismo administrado por él no era
para Jesús sino para los que se arrepentían de sus pecados. A pesar de esto,
Jesús insistió y le dijo: «Permite que ahora sea así,
pues es pertinente para nosotros el cumplir todo lo que es justo».
(Mateo 3:15)
¿Por qué era justo que Jesús
fuese bautizado? El bautismo de Jesús era especial, no simbolizaba un
arrepentimiento sino la presentación ante su Padre para llevar a cabo su
designio. Probablemente, hasta entonces había trabajado como carpintero, pero
era el tiempo de iniciar su ministerio. Pablo describe así la actitud de Jesús
en aquel momento: «al entrar en el mundo, Cristo dice:
“No te has complacido en sacrificios y ofrendas, pero me has formado un
cuerpo. No has aprobado holocaustos ni sacrificios por el pecado, y entonces
he dicho: Mira, yo vengo, en el rollo del libro se ha escrito de
mí, para hacer, oh mi Dios, tu voluntad”».
(Hebreos 10:5…7)
13 ¿Qué es lo que el bautismo de Jesús expresaba? Era
la declaración pública de su libre renuncia a la vida en la tierra, y de su
conformidad en llevar a cabo el propósito de Aquel que le enviaba a redimir la
humanidad, del pecado y de la muerte.
Pablo explica así esta
redención de parte de Dios: «si por la transgresión de uno solo reinó la
muerte, por medio de un solo hombre, Jesús Cristo, la vida
reinará en aquellos que reciben el generoso don de la justificación. De
modo que tal como por una sola transgresión se extendió la condena a
todos los hombres, por un solo acto de justicia, la justificación que
da la vida se extiende a todos los hombres, y tal como por la
transgresión de un solo hombre, muchos han sido constituidos
pecadores, por la obediencia de un solo hombre, también
muchos son constituidos justos». (Romanos
5:17...19)
14 Por todo esto, el bautismo de Jesús es algo único e
irrepetible; el Bautista da testimonio de lo ocurrido en aquel momento y
escribe: «He visto el espíritu bajando del cielo como
una paloma y permaneciendo sobre él. Yo no le conocía, pero Aquel que me envió a
bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el espíritu y
permanecer sobre él, es el que bautiza en espíritu santo”. Y yo le he visto, y
doy testimonio de que este es el Elegido de Dios». (Juan
1:32...34) Y dice Mateo que cuando Jesús salió del agua, «he aquí que se le abrieron los cielos y se vio al
espíritu de Dios que descendía en forma de paloma y permanecía sobre él. Y una
voz que venía de los cielos dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien me he
complacido”». (Mateo 3:16...17)
¿Qué significó para Jesús el
hecho de que los cielos se le abriesen? En realidad, hasta aquel mismo momento
Jesús no había sido consciente de su anterior vida y posición en los cielos como
el Unigénito de Yahúh, aquella vida a la que había renunciado para nacer como
hombre, aunque sabía de su nacimiento milagroso como hijo humano de Dios, puesto
que a los doce años dijo a su madre María, que le reprochaba no haber regresado
del Templo con su familia, «¿Por qué me buscabais? ¿No
sabíais que yo debo estar en la casa de mi Padre?». (Lucas 2:49)
Sin embargo, cuando «se le abrieron los cielos»
recordó toda su precedente vida, y por este motivo Jesús podía decir a los
judíos que discutían con él: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham llegase a
ser, yo era» (Juan 8:58)
El bautismo de los discípulos de
Jesús
15 En el bautismo administrado por los discípulos de
Jesús tras el día de Pentecostés, es necesario guardar varios trámites
importantes.
El primer
requisito es que el bautizado
conozca y comprenda lo que el bautismo implica. La Escritura declara que solo
pueden ser bautizados:
Quienes han sido
instruidos: «Id pues y haced discípulos de todas las naciones en el
nombre mío, enseñándoles a observar todas las cosas que yo os he
mandado». (Mateo 28:19...20)
Quienes creen en el reino de
Dios y en Jesús Cristo: «cuando creyeron a
Felipe, que anunciaba la buena nueva de las cosas que tenían que ver con el
reino de Dios y el nombre de Jesús Cristo, los hombres y las mujeres se
hicieron bautizar». (Hechos 8:12)
Quienes se convierten o
arrepienten, conformando su conducta
a la de
Cristo: «Entonces dijo Pedro:
“Arrepentíos,
y que cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre de Jesús Cristo”».
(Hechos 2:38)
.
16 El segundo
requisito, absolutamente indispensable en el bautismo cristiano, es
el de recibirlo en el nombre de Jesús Cristo. Lucas explica que a la
pregunta de cómo obtener la salvación, Pedro decía: «que cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre de
Jesús Cristo para el perdón de vuestros pecados…» y dio orden que
todos aquellos que aceptasen a Jesús, fuesen «bautizados en el nombre de Jesús Cristo»
(Hechos 10:48)
En armonía con esto, Jesús
había dicho a sus discípulos; «Yo soy el camino, la
verdad y la vida, y ninguno llega al Padre si no es por medio de mí».
(Juan 14:6) Él es pues el único Cristo, el único ungido o Mesías de Dios,
y la única vía que conduce a la salvación y a la vida sin muerte.
Pablo recuerda a los discípulos:
«…habéis recibido la llamada a una sola esperanza; hay
un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, y un solo Dios
Padre de todos, que está por encima todo y que obra a favor de todos y en
todos». (Efesios 4:4...6)
Para los seguidores de Cristo
existe pues un solo bautismo correcto y legítimo, aquel que sus apóstoles y
discípulos administraban en su nombre.
17 El tercer
requisito tiene que ver con la
importancia de comprender lo que el bautismo significa. El verdadero bautismo
cristiano no es un trámite necesario para hacerse miembro de una denominación o
grupo cristiano, es algo mucho más importante. Jesús habló de su sentido a
Nicodemo cuando le dijo: «En verdad, en verdad te
digo: a no ser que un hombre nazca de nuevo, no puede ver el reino de
Dios… No te asombres de que te haya dicho: “tienes que nacer de
nuevo”». (Juan 3:3,7) Y Pablo explica a los discípulos:
«al ser bautizados en Jesús Cristo, todos nosotros fuimos bautizados en su muerte...
Mediante el bautismo fuimos entonces sepultados en su muerte, para que
tal como Cristo fue resucitado de entre los muertos por su glorioso Padre,
también nosotros caminásemos en una vida nueva», (Romanos
6:3...4) puesto que Dios, «nos ha hecho
nacer de nuevo mediante el bautismo, regenerados por el espíritu
santo». (Tito 3:5)
De hecho, al ser totalmente
inmerso en el agua, el bautizado muere simbólicamente con Jesús, y cuando surge
renace ante Dios a una vida nueva, recibiendo el perdón de sus pecados, es
decir, el don de «la justificación concedida por Dios mediante la fe en Cristo»
puesto que «la fe en el poder redentor de su sangre
es la base sobre la que
Dios, por su misericordia, atribuye la
justificación». (Romanos 3:22, 25) Por esta
razón dice Pedro a los discípulos: «Arrepentíos y que
cada uno de vosotros sea bautizado en el nombre de Jesús Cristo para
el perdón de vuestros pecados», (Hechos 2:38) y
comparando la salvación que el bautismo proporciona, a la marcha de Israel a
través del Mar Rojo, escribe: «Esta salvación a través del agua, ha
llegado a ser una figura de la salvación obtenida por medio del bautismo, que no
es un baño para lavarse el cuerpo, sino la conciencia de que la
justificación se obtiene de Dios, por medio de la resurrección
de Jesús Cristo de entre los muertos». (1Pedro 3:21)
18 El cuarto
requisito es recibir el único
bautismo que según la Escritura, simboliza la muerte: el de inmersión
total en el agua, porque solamente así puede estar en armonía con su
verdadero simbolismo. Pablo dice, «mediante el bautismo, fuimos entonces
sepultados en su muerte…» y también: «habéis sido
circuncidados en él,
no con una circuncisión hecha con las manos que os priva de una parte del
cuerpo, sino con la circuncisión del Cristo, o sea, siendo sepultados con
él mediante el bautismo, y resurgiendo con él mediante la fe en
el poder del Dios que lo ha resucitado de entre los muertos». (Colosenses
2:11...12)
Estos son dos antiguos
baptisterios para bautismos por inmersión. El del cuarto siglo pertenece a la
comunidad cristiana de la ciudad jordana de Shivta, mientras que el baptisterio
octogonal, datado alrededor del siglo V, está situado en Italia, en la
necrópolis de Costa Balenae, cerca de Riva Lígure.
El bautismo en el espíritu
santo
19 Ocho siglos antes del nacimiento de Cristo, Isaías
declaró estas palabras procedentes de Dios: «derramaré mi espíritu
sobre tu simiente y mi bendición sobre tus descendientes». (Isaías
44:3) Juan el Bautista indicó que esta profecía estaba a punto de cumplirse,
cuando en ocasión del bautismo de Jesús, dijo: «Aquel
que me envió a bautizar en agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el espíritu y permanecer sobre
él, es el que bautiza en espíritu santo”, y yo le he visto, y
testifico que este es el Hijo de Dios». (Juan 1:33…34) Sus
palabras anunciaron un bautismo diferente del que él suministraba, un bautismo
en espíritu santo que sería solo impartido por medio de
Jesús.
Tras ser resucitado, Jesús
permaneció con sus discípulos durante cuarenta días, y «mientras estaban juntos, les dio el mandato de no alejarse
de Jerusalén hasta el cumplimiento de aquella promesa del Padre, “De la que”,
les dijo, “os había hablado. Porque Juan bautizó con agua, pero vosotros, dentro
de no muchos días, seréis bautizados en espíritu santo».
(Hechos 1:4...5)
¿A qué “promesa del Padre” se refería? A la que fue anunciada
siglos antes por el profeta Joel, que declaró estas palabras de Yahúh:
«y sucederá al final,
que yo derramaré mi espíritu sobre toda persona…» (Joel
3:1)
20 El descenso del espíritu santo sobre los discípulos
en el día de Pentecostés, significó el cumplimiento de la profecía de Joel, como
lo confirma Pedro cuando escribe: «Esto es más bien,
el cumplimiento de aquello que fue declarado por el profeta Joel: “Y sucederá en
los últimos días”, dice Dios, “que derramaré mi espíritu sobre toda persona.
Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros jóvenes tendrán visiones
y vuestros ancianos tendrán sueños...”» (Joel
3:1...17)
Por tanto, la “promesa del Padre” es un bautismo en espíritu santo
que Dios derrama por medio de Jesús, “sobre toda
persona”, pues como Pedro declara: «la promesa
es para vosotros, para vuestros hijos y para todos aquellos que están lejanos,
para todos aquellos que nuestro Dios Yahúh llamará».
(Hechos 2:39)
Con esto Lucas da a entender
que el bautismo del espíritu santo es para los discípulos que el Padre
llama a formar parte del cuerpo de Cristo. Pablo esclarece este
punto cuando dice: «En realidad, todos nosotros hemos
sido bautizados en un solo espíritu para formar un solo cuerpo, judíos y
griegos, esclavos y libres, todos hemos sido abrevados en un único
espíritu». (1Corintios 12:13)
El libro del Apocalipsis revela
en su capítulo 14º, el número de los bautizados en espíritu santo; son: «ciento cuarenta y cuatro mil que han sido rescatados de
la tierra.
Estos son los que siguen al Cordero doquiera que vaya, y han
sido adquiridos de la humanidad como primicias para Dios y el
Cordero». (Apocalipsis 14:3…4)
¿De qué modo han sido
adquiridos? Siempre en Apocalipsis, leemos estas palabras dirigidas a Cristo en
los cielos: «Digno eres de
recibir el rollo y de abrir los sellos, porque tú fuiste sacrificado y con tu
sangre adquiriste para Dios, a personas de toda tribu, lengua, pueblo y nación,
haciendo de ellos un reino de sacerdotes para nuestro Dios, a fin de que reinen
sobre la tierra». (Apocalipsis
5:9…10) Son pues aquellos a quienes Jesús prometió: «Yo dispongo un reino para vosotros, lo mismo que el Padre lo
ha dispuesto para mí». (Lucas 22:29)
21 Jesús había declarado a Nicodemo: «En verdad, en verdad te digo, que si uno no nace del agua
y del espíritu, no puede entrar en el reino de Dios». (Juan
3:3...5) Por tanto, es necesario que al ser sumergido en el agua, el
bautizado muera simbólicamente con Cristo, para que al surgir, nazca a una vida
nueva por medio del espíritu de Dios.
Pablo explica: «mediante el bautismo (Dios) nos hizo nacer de
nuevo, regenerados por el espíritu santo que él ha derramado
abundantemente sobre nosotros por medio de nuestro salvador Jesús
Cristo», (Tito 3:5…6) y esto significa que cuando los
llamados a formar parte del cuerpo de Cristo surgen de esta muerte simbólica,
son bautizados en espíritu santo por medio de Jesús.
22 El hecho de haber nacido de nuevo debe comportar un
cambio radical en la vida del discípulo. Pablo dice: «Aquellos que pertenecen a Jesús Cristo, han fijado en el
palo al cuerpo con sus pasiones y sus deseos, y si vivimos por el
espíritu, caminamos también guiados por el espíritu».
(Gálatas 5:24…25)
¿Cómo caminar guiados por el
espíritu de Dios?
En realidad, el espíritu de
Dios guía solamente a los que están firmemente decididos a caminar conducidos
por él, por esto es necesario que nuestro objetivo prioritario en la nueva
vida recibida, sea la voluntad de buscar y de aceptar su guía; entonces
el espíritu nos ayudará mediante el valioso don de su fruto, que Dios ha
derramado en nuestros corazones. Pablo enumera nueve cualidades del fruto del
espíritu de Dios, cuando dice: «el fruto del espíritu es amor, alegría,
paz, paciencia, amabilidad, bondad,
fidelidad, mansedumbre y auto disciplina; contra estas
cosas no hay ley». (Gálatas 5:22...23) Sin embargo, para
que las cualidades del fruto del espíritu de Dios puedan manifestarse en nuestra
vida, es indispensable efectuar el esfuerzo de permanecer “guiados por el espíritu”, porque solamente «los que están guiados por el espíritu de Dios, son hijos de
Dios». (Romanos 8:14) Y Pablo advierte: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del espíritu santo
que habéis recibido de Dios? Por tanto, ya no os pertenecéis a vosotros
mismos porque habéis sido adquiridos a un alto precio. Glorificad pues a
Dios en vuestro cuerpo». (1Corintios
6:19...20)
Los dones del
espíritu
23 El bautismo en el espíritu de Dios permite recibir
sus dones. ¿En qué ocasión fueron otorgados mediante Jesús por primera vez? Dice
Mateo que cuando Jesús envió a los doce apóstoles para la predicación del Reino
de los Cielos, les dio esta autoridad: «Curad
enfermos, resucitad muertos,
purificad leprosos, expulsad demonios. Habéis recibido gratis;
dadlo gratis... Porque no sois vosotros quienes habláis, pues es el espíritu de
vuestro Padre quien habla en vosotros». (Mateo
10:8,20)
Después de esto y a partir del
día de Pentecostés, los dones del espíritu fueron distribuidos en primer
lugar sobre las ciento veinte personas reunidas en el cenáculo, y tras las
palabras de Pedro, sobre los muchos discípulos que tras ser bautizados en el
nombre de Jesús, recibieron el bautismo en el espíritu de Dios y también los
dones que fueron distribuidos por medio de Cristo, según las necesidades de la
comunidad cristiana. Pablo dice: «hay diversidad de
dones, pero un solo espíritu... El espíritu se manifiesta de modo
diverso en cada uno para la utilidad común. Por ejemplo, a uno le es
concedido la manera sapiente de expresarse, mientras que a otro, por
medio del mismo espíritu, un lenguaje culto, a uno los argumentos para
sostener la fe, y a otro el don de curaciones, siempre mediante el
mismo espíritu; a uno el don de hacer obras potentes y a otro el don
de profecía, a uno el saber interpretar las expresiones inspiradas, a
otro el hablar en diversas lenguas y a otro la interpretación de las
lenguas. Pero todas estas cosas las obra el único y mismo espíritu,
distribuyéndolas respectivamente a cada uno según desea. (1Corintios
12:4, 7...11)
24 ¿Cuál fue entonces el motivo de la distribución de
dones?
En el primer siglo los dones
fueron imprescindibles para demostrar que tras la muerte y resurrección de
Jesús, la situación había verdaderamente cambiado. Jesús lo anunció
cuando dijo: «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea
a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como
reúne un ave a su nidada bajo las alas! Pero no habéis querido. He aquí
que se os abandona vuestra casa. Os digo que no volveréis a verme hasta
que llegue, cuando podáis decir: “¡Bendito el que llega en el nombre de
Dios!”» (Lucas 13:34...35)
Dios había abandonado a la
Jerusalén infiel a su destino y había dado vida por medio de Jesús, a una
Jerusalén nueva, la nación predicha por sus profetas y constituida por todos
aquellos a quienes Pedro dirige estas palabras: «vosotros sois una descendencia elegida, un sacerdocio
real, una nación santa, un pueblo que Dios ha adquirido para sí, con el
fin de que proclaméis las virtudes de aquel que os ha llamado desde las
tinieblas, a su maravillosa luz». (1Pedro
2:9)
Yahúh dice a los que considera
descendientes de Abraham por la fe que muestran en sus propósitos y
promesas: «Ahora escucha Jacob, mi siervo Israel, el que yo he elegido;
así dice tu hacedor Yahúh: Aquel que te ha moldeado desde que estabas en el
vientre te ayudará. No temas Jacob, siervo mío, Yesurún (íntegro) a quien yo he elegido, porque derramaré aguas sobre el
sediento y ríos sobre la sequedad; derramaré mi espíritu sobre tu
progenie y mi bendición sobre tus descendientes». (Isaías
44:1...3) Y Pablo explica: «Abraham y su
descendencia no recibieron la promesa de
ser los herederos del mundo en virtud de la Ley sino en virtud de la
justificación que deriva de la fe, porque si los herederos fuesen
aquellos que se adhieren a la Ley, la fe sería inútil y la promesa sin valor. De
hecho la Ley origina juicio, mientras que donde no hay ley, tampoco hay
transgresión. Así pues, la promesa viene por medio de la fe, para poder ser
atribuida como un generoso don y asegurada a toda la progenie, no solo a la
progenie que viene de la Ley, también a la que por medio de la fe,
desciende de Abraham, que es así constituido padre de todos
nosotros como está escrito: “Yo te he constituido padre de un gran número de
naciones”». (Romanos 4:13...16)
25 ¿Cómo confirmó Dios este cambio? Pablo dice que
«Dios mismo se unió al testimonio por medio de señales, de prodigios y de toda clase de obras
potentes, distribuyendo los dones del espíritu santo según su
voluntad». (Hebreos 2:4) Las maravillosas capacidades de los dones
del espíritu fueron necesarias mientras constituían la confirmación pública del
favor de Dios sobre el nuevo pueblo de los discípulos de Jesús. Pero sucedería
que cuando el nuevo Israel espiritual llegase a la madurez, o en palabras de
Pablo, cuando la congregación cristiana dejase de ser niña, algunos de estos
dones resultarían innecesarios; por esto dice: «El
amor nunca tendrá fin. Las profecías pasarán, las lenguas cesarán
y las revelaciones terminarán, porque ahora conocemos en parte y
consecuentemente, que lo que predicamos está incompleto, pero cuando nuestro
conocimiento sea completo todo esto terminará. Cuando yo
era niño, hablaba, pensaba y razonaba como tal. Luego, al hacerme hombre eliminé
el comportamiento infantil. Ahora vemos contornos vagos como en un espejo de
metal, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en modo parcial pero
entonces conoceré de modo perfecto y completo. De todos modos, hay tres cosas
que permanecen inmutables, la fe, la esperanza y el amor, y
la mayor de todas es el amor». (1Corintios
13:8...12)